jueves, 14 de abril de 2011

Filosofando sobre el amor, solo el puede curar.


Es el tiempo de ponerse a escuchar, porque lo único que sabemos hacer es oír. De mirar, porque lo que hacemos es agarrar. De saborear, porque lo único que sabemos es devorar. De amar porque hemos manipulado el amor para nuestros fines.
Nuestros sentidos no nos han sido dados exclusivamente para "captar" nuestro entorno inmediato. Consideremos por un momento como lo utilizamos, y comprendamos que los hemos sometido a nuestros propios objetivos.
No son nuestros sentidos los que estan pervertidos, sino el modo en que lo utilizamos para consumir. Cuando dejemos de "dejarnos engañar por ellos", seremos libres y accederemos a nuestra verdad.
Lo que vemos es el reflejo de lo que somos. "Dime lo que piensas de los demás y te diré quien eres...."
Nuestros parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, aquellas personas que no conocemos pero que nos encontramos en alguna parte del planeta, son otros tantos espejos que se nos ponen delante. Nuestras relaciones nunca son fortuitas: se nos dan para que reflexionemos sobre nosotros mismos.
Cada persona con la que tratas esta en camino hacia la verdad, con sus falsas certezas, con sus debilidades extremas, con sus dudas destructivas, pero también con esa búsqueda y ese sentido innato de lo sagrado que han sido depositados en lo mas profundo de cada uno de nosotros. Cada quien tiene su propio papel que desempeñar: el azar no existe, y cada cual colabora activamente en el proyecto de su vida.
Tu no puedes comprenderlo todo; admite al menos que todo cuanto te sucede contribuye a tu evolución, he ahí el camino que conduce a tu verdad.
Por eso tu enemigo no es tu enemigo; es un amigo que se te envía. Un maestro. Ha venido, sin que el lo sepa, a ayudarte a poner en claro tus debilidades; es tu guía durante un tiempo, entonces, ¿Que tienes que temer del hecho de que alguien te cuestione?¿Porque huir de ello o rechazarlo?¿Porque vas a ser perfecto y los demás no? Si te pones fuera del amor, eres tu quien se equivoca, no tu enemigo. Todos y cada uno de nosotros participamos en la construcción del amor.
Comprendo que el odio llama al odio. En consecuencia, deja de atizar un fuego que podría destruirte. Si supieras amarte a ti mismo, amarías a los demás. No hay ni mayor ni menor, el hijo deficiente no es menos amado por su madre, que siente ternura incluso por sus torpezas.
Ante tanto amor, agradece, y a su vez, acoge al viajero que pasa a tu lado: siempre tienen algo que decirte. Perdonate tu falta de inteligencia, perdona a quien has considerado tu enemigo, aun cuando fueras tu mismo, y así podrás abrirte a un nuevo panorama, una nueva visión y podrás vivir en amor y en paz.
Grisseld LecunaGarcia/Bavaresco