jueves, 17 de noviembre de 2016

McCARTHY Y SU MISTERIOSO MUÑECO EDGAR

Puede que lo que a continuación les relate no sea más que una leyenda urbana, una de esas historias que a base de ser muchas veces repetidas acaba convirtiéndose en realidad. Pero también es cierto que no todas son ficticias, existen muchas que son reales, con ese toque de misterio imposibles de creer, como por ejemplo, esta; 

La Ventriloquia es el arte de simular que el sonido no proviene de la garganta, sino que proviene de otro lugar. Para ello, se utiliza un muñeco, quien es el que supuestamente articula las palabras. Debe dirigirse al público, tener la mirada fija en él y en el ventrílocuo cuando le contesta. Realmente parece que es el muñeco quien habla. 

En la década de 1920, la ventriloquia se convirtió en un espectáculo muy concurrido en los Estados Unidos 

Entre los más famosos de la época, hubo uno que sin duda fue el centro de atención de todos. Su nombre era McCarthy, un ventrílocuo cuyo acto era simple, pero cautivaba a todo el que lo atestiguaba. Y era simple porque hacia uso de un solo personaje durante toda la función. Edgar, un muñeco que representaba a un niño regordete entre los 9 y 10 años de edad, pero con rasgos muy extraños que lo hacían imposible de no mirarle, sus manos demasiados reales, su boca muy expresiva, su estatura muy distinta a la de un muñeco de ventrílocuo habitual y sus ojos eran realmente impresionantes. Con esos rasgos tan extraños llamaba mucho la atención.
El Muñeco Edgar
Algo muy curioso: el ventrílocuo jamás dejó que nadie se acercara al muñeco. Eran muchos los que pensaban que era por causa de brujería que el muñeco pudiera hablar sin mover los labios, y la fama en torno  a la posible influencia demoníaca sobre McCarthy y Edgar llego a tal punto que muchos padres prohibían a sus hijos asistir al espectáculo. El ventrílocuo despertaba al mismo tiempo tanto admiración como miedo y odio. 

Cierta noche, que había viajado a presentar su espectáculo en Nueva York, alguien llamó a la puerta del camerino de McCarthy, y este no abrió. Preocupados llamaron a la policía que se acerco hasta el lugar y al entrar se encontró al ventrílocuo con el cuello destrozado y 27 puñaladas, sus ojos arrancados a un metro de distancia, y junto a él un baúl cerrado. Al abrirlo encontraron al muñeco Edgar, y esto provocó extraños escalofríos a los policías.
El cuerpo inerte de McCarthy
Sin embargo, cuando lo examinaron, se dieron cuenta que en realidad no era un muñeco, sino un niño de verdad con una horrible mascara de latex que le cubría su pequeño rostro pálido.

Nunca se descubrió quien asesinó a McCarthy, ni cuál era la identidad del niño, ni tampoco como se las ingenió el ventrílocuo para conservar un cadáver en perfecto estado durante tanto tiempo.

Grísseld LecunaGarcía/Bavaresco
Mundo TKM

Misterios, enigmas, ovnis y fenómenos paranormales 



viernes, 11 de noviembre de 2016

PLUTARCO, EL AMOR PLATONICO DE ISADORA DUNCAN

Estuve leyendo un reportaje datado el 01 de Noviembre de 2012, escrito por el periodista mexicano Javier Gutiérrez, que se refería a una parte oculta de la vida de Isadora Duncan, bailarina norteamericana, nacida en San Francisco el 27 de Mayo de 1877 y que falleciera el 14 de Septiembre de 1927 en Niza, Francia, de un tonto accidente de auto. 

Murió estrangulada por el largo chal que llevaba alrededor de su cuello que se enredó con la rueda del Bugatti en el que viajaba. Suelen afirmar algunos que el vehículo mortal no fue esa carísima marca automotriz, se trató de un coche mas mundano (un Amilcar francés modelo GS de 1924).

Angela Isadora fue bailarina y coreógrafa, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna. Su estilo era radical, novedoso, fresco y, precisamente por su descarada naturalidad, se convirtió en uno de los iconos del siglo XX.

El reportaje de este periodista mexicano nos narra una historia que se relaciona con la capital mexicana y con el  cementerio Museo-Panteón de San Fernando.

Esta bailarina estadounidense nunca pisó México, pero un nicho lleva su nombre. Y aquí es donde empieza la leyenda de Duncan en el país azteca. 

Una muerte trágica que tuvo como escenario Niza y que hoy día se puede visitar su tumba en el cementerio parisino del Père-Lachaise, pero, en México también  descansa su recuerdo en otro campo santo.

Pues al parecer Isadora (sin saberlo), tenía a un admirador mexicano de nivel, Francisco Plutarco Elías Campuzano, mejor conocido como Plutarco Elías Calles, el «Jefe Máximo de la Revolución». 

Ellos jamás se conocieron en persona, pero dicen que el presidente sentía un amor platónico por la bailarina y sus transgresiones. 

Al enterarse de su muerte, movió cielo y tierra para que en el cementerio, en el que ya no se hacían inhumaciones por falta de espacio, Isadora tuviera su nicho. 

Es así como la bailarina que danzaba descalza, con el pelo al viento y con movimientos demasiado sensuales para la época, tiene un lugar en el Cementerio-Panteón-Museo donde están enterrados personajes de la historia reciente de México, tales como Benito Juárez, entre otros.

La historia personal de Isadora Duncan, cargada de tragedias y excesos; de amores escandalosos y, sobre todo, de mucho arte, tiene su cara más desconocida y romántica en México. 

Por cierto, la lápida del nicho tiene las fechas erróneas: la bailarina nació en San Francisco en 1877 y murió en Niza en 1927.

Grisseld LecunaGarcia/Bavaresco