miércoles, 29 de marzo de 2017

LA HISTORIA DEL ÁNGEL DE VARSOVIA


Irena Sendler o Sendlerowa (nacida como Irena Krzyzanowski), conocida como «El Ángel del  Gueto de Varsovia», fue una enfermera y trabajadora social católica, que durante la  Segunda Guerra Mundial  fue una de las mayores heroínas al salvar a cientos de niños de origen judío del holocausto nazi, arriesgando su propia vida.

Nacida en Otwock, un pueblo a 15 millas de Varsovia en  Polonia, el 15 de febrero de 1910. Sus padres fueron  Stanislaw Krzyzanowski y Janina Grzybowska

Los padres de Irena
Él fue médico y murió de tifus contraído de uno de sus pacientes cuando ella tenía apenas 7 años. Y en su lecho de muerte le enseñó la que sería la lección más importante de su vida:

Ayuda siempre al que lo necesite, ese es el verdadero sentido de la vida”. 

Quizás por esta razón, Irena estudió enfermería e ingresó en los servicios de municipales de bienestar social con la intención de aliviar el sufrimiento ajeno.  Su trabajo se intensificó tras la invasión alemana de 1939, cuando se vio desbordada por la miseria y la injusticia de la guerra. 

Durante los primeros meses, Irena creó comedores y proporcionó ropa de abrigo, zapatos, medicinas y ayuda económica a huérfanos, ancianos y pobres, ya fueran judíos o, como ella, católicos. Sin embargo, tras su visita al nuevo ghetto de Varsovia creado por los nazis en el 42, Irena quedó profundamente horrorizada. Las condiciones eran tan malas, que supo que su labor era colocar una tirita en un océano de sangre. Debía hacer algo más drástico.

“Conseguí, para mí y mi compañera Irena Schultz, identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Más tarde tuve éxito en conseguir pases para otras colaboradoras. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto”.

Poster nazi en Alemán y en Polaco.
En el, se amenaza de muerte a
cualquier polaco que preste
ayuda a los judios. Varsovia 1942
Con libertad para moverse por el ghetto, Irena contactó con diversas familias judía para ofrecerse a sacar a sus hijos pequeños de allí. No podría darles garantías de éxito, pero sí hacer todo lo que estuviera en su mano para buscarles un hogar y, quizás algún día, reencontrarse. Permanecer allí y en esas condiciones, era una muerte segura para los más pequeños.

Casi todas las familias se negaron, esperanzadas de que la situación se enmendase sola. Sin embargo y tras las primeras muertes por enfermedad e inanición, las peticiones de ayuda comenzaron a llegar. 
A lo largo de un año y medio, Irena y sus colaboradoras rescataron a más de 2500 niños. Los primeros de ellos, sacados en ambulancia como fallecidos de fiebre tifoidea, para lo cual  no dudó en administrarles los sedantes que fueran necesarios para asegurar su silencio y evitar ser descubierta. 

Más tarde, utilizó todo tipo de escondites para trasladarlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos, bolsas de patata y muchos ataúdes. Siempre guardó una  relación sobre la identidad de los menores, la cual enterraba en tarros de cristal a gran profundidad. Todo para que los niños pudieran recuperar su verdadera identidad algún día.
El ángel de Varsovia
Lamentablemente, los nazis supieron de sus actividades y el 20 de Octubre de 1943, el ángel de Varsovia  era detenida por la Gestapo. Fue trasladada hasta la prisión de Pawiak, donde fue brutalmente torturada y condenada a muerte. Ella era la única que sabía de la identidad y el paradero de los niños judíos, la mayoría criados ahora por católicos piadosos. 
Recibiendo uno de tantos galardones
Su información era clave para realizar la purga y, aunque fue condenada a muerte, las SS.SS decidieron no ejecutarla a la espera de un método de tortura adecuado que le aflojara la lengua. 
Irena aguantó estoicamente y finalmente señalaron la fecha de su muerte. Cuando caminaba hacia el paredón, un soldado le gritó en polaco: “corra”. Ella corrió y se escondió en los barracones; al día siguiente descubrió su nombre en la lista de polacos ya ejecutados. 

Fue nombrada dama de la  orden del
äguila Blanca, la condecoración
más elevada concedida en Polonia.
La Zigota había sobornado a varios oficiales para impedir su muerte en señal de agradecimiento y continuó presa bajo otro nombre falso. 

Sorteó a la muerte en repetidas ocasiones hasta que los nazis cayeron. Sin embargo, y ya en manos de los comunistas, Irena volvió a ser encerrada y torturada por su pasado socialista y los rescates de los niños judíos. Una de esas torturas provocó el parto prematuro de su hijo Andrzej, quien murió tres semanas después. 

Con las aguas calmadas, Irena desenterró sus frascos de nombres y los entregó a Adolf Berman, quien con el Consejo Judío,  puso en contacto a los niños con los padres supervivientes. 

Muy pocas familias lograron sobrevivir y por eso muchos fueron criados en orfanatos y más tarde enviados a Palestina.  

Durante mucho tiempo, nadie habló del ángel de Varsovia y no fue sino hasta el año 2007 cuando fue candidata al  Premio Nobel de la Paz, aunque finalmente no resultó elegida. 

Sin embargo, fue reconocida como Justa entre las naciones y se le otorgó la más alta distinción civil de Polonia al ser nombrada dama de la Orden del Águila Blanca, en ese momento declaró:

«La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad.»

Murió en Varsovia el 12 de Mayo de 2008, de neumonía, a los 98 años de edad; pero su leyenda aún perdura. Sirva este relato de inspiración para todos y a modo de afectuoso homenaje.
Grísseld LecunaG/Bavaresco

Fuentes Consultadas


domingo, 26 de marzo de 2017

EL TAZÓN DE MADERA DEL ABUELO


Aquí les dejo este cuento que encontré navegando por la red. Es una hermosa lección de vida. Un cuento de mucha reflexión que quizá siempre lo tendrán presente.

Había una vez un hombre de edad, bastante débil que tuvo que ir a vivir con su hijo, su nuera, y con su nietecito de cuatro años, ya  sus manos le temblaban, su vista se nublaba y su caminar era lento e indeciso. Los años no habían llegado en balde. 

A veces hasta pensaba si debía pedir que le compraran un bastón… pero no quería molestar y manifestar que su estado físico iba decayendo con el pasar de los días.

La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación. 

-Tenemos que hacer algo con el abuelo, dijo el hijo. -Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo. Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor; Allí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.      

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de cuatro años observaba todo en silencio. 

Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: -¿Qué estás haciendo? 

Con la misma dulzura el niño le contestó: -Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos. Sonrió y siguió con su tarea. 

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. 

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. 

Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel. 


Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos instructores sabios y modelos a seguir. 

He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, equipaje perdido y luces del arbolito enredadas.   He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo. He aprendido que aun cuando me duela, no debo estar solo. 

La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir y así 
habrás logrado lo más hermoso: la sonrisa y la aprobación de Dios”.

Grísseld LecunaG/Bavaresco

Fuente:


viernes, 17 de marzo de 2017

LA HISTORIA DETRAS DE TRES EXITOSAS CANCIONES

YOLANDA

Yolanda Benet es más que una musa, era la esposa de Pablo Milanés, a quien le tocaron los años duros, y sin posar, levitaba bajo la luz de lo cotidiano, allí fue dibujada a mano, eternizada entre los años setenta.

Yolanda Benet 
Ella lo conoce en noviembre de 1968, entonces trabajaba en el (ICAIC) Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, y escuchando “Para vivir” se percata de que este compositor, de sólo 23 años, no se le parecía a nada de lo que sonaba aquí en aquella época, tenía algo diferente. Primero conoció su voz, luego apareció él.

Se encontraron gracias a un amigo que atesoraba una cinta con todas las canciones que Pablo estaba cantando por aquellos días y no se cansaban de escucharlas, una y otra vez. Ella se enamoró de la voz y de las canciones, pero a Pablo nunca lo había visto; hasta que un día ese amigo lo lleva a la puerta de su casa.

Entonces Pablo era un muchacho con uniforme, un recluta, un hombre común, pero a Yolanda su latido le decía que no era cualquier hombre,  siempre le llegó hondo, aun sin haberlo visto. Ella era también una muchachita que trabaja  en el ICAIC, pero su sensibilidad la guiaba con certeza.

¿Cómo nació la canción?

Ya casados, él estaba enloquecido por tener un hijo, al poco tiempo nace Lynn, la primera de sus tres hijas. Cuando la niña tenía como una semana de nacida Pablo viaja para hacer un trabajo del ICAIC. Fue terrible desprenderse de la casa; se va al interior del país y cuando regresó ellas  estaban en la casa de la madre de Yolanda. La niña estaba majadera, lloraba, no se quería dormir, pero era una lucha. Pablo cogió la guitarra y cantó “No me pidas”, “Quiero poner la tierra a tus pies” y “Yolanda”.

En ese minuto ella no lo escuchó con atención, estaba atendiendo a la niña, no se percató de la cara de frustración de Pablo, ella estaba concentrada en la bebita. Con calma, ya por la noche, muy tarde cuando todo el mundo se había dormido y estaban solos, mientras le daba el pecho a la niña ella le pide a Pablo que le cante las nuevas canciones, y por primera vez escucha: Yolanda.

“Para una mujer recién parida, lactando, el hecho de que se aparezca Pablo con una canción como esa me paralizó. Pero sobre todo porque él supo unir muchas cosas que teníamos en común, códigos, símbolos, y todo aquello lo trasmitió a través de una canción aparentemente tan sencilla”. - comento Yolanda -.

Es innegable, se trata  de una canción que trae consigo un desgarramiento terrible, Pablo la compuso en plena crisis. Pero eso es un artista, un creador, el ser humano que saca con ingenio su dolor convirtiéndolo en joyas.

Pablo y Yolanda ya están separados, de su unión tienen a Lynn, Liam, Suylen y siete nietos. Pero ellos han encontrado el equilibrio, el de estar juntos siempre que pueden para disfrutar de la familia que han creado, en las buenas y en las malas. 

            ALFONSINA Y EL MAR

Alfonsina Storni fue una poetisa y escritora argentina. Sus composiciones reflejan la enfermedad que padeció durante gran parte de su vida y muestran la espera del punto final de su existencia, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros sentimientos.
Alfonsina de 24 años
Se relacionó con el poeta Horacio Quiroga quien luego de finalizar su relación con ella contrajo matrimonio y 10 años más tarde, él se suicida. Alfonsina realmente lo apreciaba y le dedicó un poema a su difunto amigo.
Años más tarde fue diagnosticada con cáncer de mama del cual fue operada, al poco tiempo se realizó un estudio de quirología, cuyo diagnóstico no fue acertado. Esto la deprimió, provocándole un cambio radical en su carácter y llevándola a descartar los tratamientos médicos y a planear su fin.

Antes de partir escribió su último poema y lo envió al diario La Nación:
Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera, una constelación, la que te guste, todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes, te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que te olvides. Gracias… Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…”

Finalmente la poeta se suicidó en Mar del Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres.
Hay versiones románticas que dicen que se internó lentamente en el mar hasta desaparecer por completo, como dice la canción.
Alfonsina y el mar es una zamba compuesta por el pianista argentino Ariel Ramírez y el escritor Félix Luna, publicada por primera vez en el disco de Mercedes Sosa: Mujeres argentinas, de 1969.
LIBRE
El cantante Nino Bravo interpreta la canción "Libre", compuesta en 1972 por José Luis Armenteros y Pablo Herreros, dedicada a la primera víctima que muere en su intento de cruzar el muro de Berlín.

No había transcurrido un año de la construcción del muro de Berlín y ya los jóvenes alemanes de la llamada República Democrática, RDA;  soñaban con alcanzar la libertad desafiando la estricta vigilancia a una frontera que dividía Alemania.

Peter Fechter con solo 18 años fue la primera víctima intentando cruzar el muro de Berlín, muere el 17 de agosto alcanzado por disparos de guardias que custodiaban el muro.

El plan consistía en esconderse en un taller de carpintería cerca del muro, para observar el movimiento de los guardias desde allí y poder saltar desde una ventana en el momento adecuado hasta el llamado corredor de la muerte (una franja de tierra entre el muro principal y un muro paralelo que recientemente se había empezado a construir) y correr por el mismo hasta una pared cercana a Checkpoint Charlie, en el distrito de Kreuzberg en Berlín occidental.
Hasta llegar al muro las cosas salieron bien, pero cuando se encontraban arriba, a punto ya de pasar al otro lado, los soldados les dieron el alto, y a continuación dispararon. 

Helmut tuvo suerte, Peter resultó alcanzado por varios disparos en la pelvis, cayó hacia atrás, y quedó tendido en el suelo en la "tierra de nadie", durante cincuenta angustiosos minutos, moribundo, desangrándose, a la vista de todos, y sin que nadie hiciera nada. 

Gritó pidiendo auxilio, pero los soldados soviéticos que le habían disparado no se acercaron, y lo único que pudieron hacer los soldados americanos fue tirarle un botiquín, que no le sirvió de ayuda, ya que sus graves heridas internas le impedían moverse, y poco a poco fue perdiendo la consciencia. Durante casi una hora, los ciudadanos de ambos lados de Berlín contemplaron impotentes su agonía, gritando a los soldados de ambos lados para que le ayudasen.

Monumento  a Peter  Fechter
Pero ambos bandos tenían miedo de que los del otro lado les disparasen, como había pasado en otras ocasiones anteriores. 

Los soldados del lado oriental, zona a la que pertenecía en realidad la "tierra de nadie", tampoco le ayudaron, y no se acercaron hasta pasados 50 minutos, seguramente para que sirviera de ejemplo para cualquier otro que pensase huir.

Chris Gueffroy
La canción, escrita diez años después de los hechos, recoge una historia y unas fotos que dieron la vuelta al mundo, y que todavía hoy son símbolo de la crueldad humana. 

En el lugar donde murió Peter Fechter, se levantó en 1990 un monumento. 

En la tarde del 5 de febrero de 1989, disparos de soldados que custodiaban la frontera desde el lado Este cobraban otra víctima, pero esta vez sería la última, otro joven, de 20 años de edad que soñaba con alcanzar sus sueños, Chris Gueffroy.
Grisseld LecunaG/Bavaresco

Yolanda: Pablo Milanes

Alfonsina y el mar: Mercedes Sosa

Libre: Nino Bravo

Fuente:


https://shedsenn.com/2011/01/14/historia-de-la-cancion-alfonsina-y-el-mar/