Cuando una persona ocultaba un tesoro, y al tiempo
moría, sin disfrutar de ello, su alma no tenia descanso y penaba cerca del
entierro de aquellos valores hasta que alguien lo sacaba.
Por eso es que se habla de aparecidos y fantasmas; que
hacen toda clase de señas llamando a todo aquel que pase cerca de dicho
entierro para señalarle el lugar preciso donde esta oculto el tesoro.
Así le paso a José
Natividad de Jesús Calanche, un personaje muy popular por su agrio carácter
que vivió por Valle Seco, una localidad de Puerto Cabello, allá por los años de
1900. La profesión de este Señor era agricultor, enterrador y todo aquel
trabajo en donde debía de utilizar las herramientas ya sea para arar, abrir
zanjas, entre otras cosas. Era el propio “todero”, pues hacia de todo.
Un día cualquiera, llego un hombre a su puerta, era
alto, blanco, de corte muy europeo, con un sombrero de ala ancha, vestido con
una especie de Liqui-liqui y entre su pecho y espalda le trenzaba como especie
de correas blancas en forma de “equis”. Dicho señor pregunto por él, pero en
ese momento no se encontraba pues estaba en una faena. Su esposa quien cuidaba de
su hija enferma, le dijo que pasara al caer la tarde, pues una vez que cayera
el sol, el ya estaría en casa.
En efecto, el señor alto se apareció cuando las
estrellas estaban en el firmamento, y José
Calanche pudo conversar con él. Este le dijo que necesitaba abrir una fosa
muy profunda que se encontraba hacia la faja de la montaña, pues debía sacar
unas monedas de oro que hacia tiempo había enterrado, y quería dárselas a él
para que con ese dinero le diera la atención necesaria para el cuidado de su
hija y así comprarse o arreglar su rancho que estaba en muy mal estado.
Calanche, fue a buscar sus herramientas y marcho con el señor
alto. Una vez que llegaron al sitio, el hombre le señalo el lugar y éste
enseguida comenzó a excavar y excavar.
Mientras ablandaba la tierra, su chícora se topo con
algo duro; sintió miedo. El se voltea para mirar al señor alto y este de
inmediato le dice que siga excavando que allí encontrara una caja repleta de
monedas de oro. Esa noche no había luna por lo que estaba muy oscuro el cielo y
apenas tenían una lámpara de kerosén que no alumbraba muy bien.
José Calanche siguiendo las instrucciones, comenzó a sacar la
tierra con su pala, hasta que pudo sacar la caja (al tocarla se percato que era
de madera).
– ¡Aquí esta, la tengo! – le dijo, pero cuando se la
va a pasar, ante sus ojos el hombre alto se desvanece. El susto y terror que
recorrió el cuerpo de José Calanche,
hizo que literalmente volara, salió del hueco y corrió y corrió hasta llegar a
su casa; por el camino mientras corría, iba rezando y pidiéndole a Dios que se
fuera ese señor que no lo quería ver mas nunca y que no quería ser rico…..!
En su casa no se hablaba del asunto. Y así paso el
tiempo, como si no hubiese ocurrido nada. Ya había transcurrido un mes desde
aquella espeluznante noche en donde jamás quiso contar lo sucedido. Esa mañana
rumbo a su jornada diaria, pensó en el señor alto y se armó de valor y se fue
al sitio donde había dejado la caja con las supuestas “morocotas”.
Pensó para sus adentro que quizás estaba allí,
esperándolo y seria millonario y así se podría ir el solo de la ciudad, disfrutar,
viajar y comprar lo que quisiera.
Existe la creencia de que al buscar un tesoro no debe
nadie de los buscadores llevar codicia o envidia en su corazón porque el cajón
se moverá. Será imposible conseguirlo y a veces, el tesoro puede convertirse en
otra cosa.
Al llegar, donde se suponía que estaba el hueco, no había
nada, estaba lleno de monte, esto le impacto un poco, no había pasado tanto
tiempo para que estuviera así. Entonces decidió registrar moviendo el monte con
sus pies, la tierra estaba dura y de repente se topo con sus herramientas, cuando
las tomó, se dio cuenta de que estaban todas oxidadas como si llevaran años en
ese sitio.
Le ataco de nuevo el pánico y salio corriendo. Jamás volvió
a ese lugar. Con los años cuando ya estaba muy viejito, decidió contarle a su
nieta sobre lo ocurrido. Esta les contó a sus hijos; y así fue pasando de
generación en generación hasta que dejo de ser una historia familiar para
convertirse hoy día en una leyenda urbana.
Dicen que al tiempo, este señor alto se le apareció a
un español que tenia una bodega por la zona, y le dijo lo mismo que a Calanche, que le daría todas las
monedas para que saldara sus cuentas y le diera una mejor vida a su familia. El
español lo acompaño, saco la caja y con ella pudo pagar sus deudas e irse con
su familia de regreso a su tierra natal.
Se conoció después de algunas décadas que aquel señor
alto se llamaba Timoteo Castillo,
persona trabajadora que hizo dinero con el sudor de su frente y que murió por causa
de un conjuro que le hiciera una amante celosa.
Cuentan que un cigarrón se introdujo en uno de sus oídos.
Este le fue comiendo poco a poco hasta llegar al cerebro. Al verse que ya
estaba a punto de fallecer, decidió colocar en una caja de madera, todo el
dinero ahorrado y enterrarlo donde esta mujer no supiera, para que así no se
quedara con nada. Al fin Timoteo
Castillo al darle su tesoro al español, pudo descansar en paz.
Grisseld LecunaGarcia/Bavaresco
Gracias a:
Milagros Guanipa García, por contarme la historia. Y le ofrezco mis disculpas si existen algunos cambios en su relato, pero como cuento al fin, estos, se van tergiversando con el tiempo, sino, dejarían de ser leyendas....!!!
Copyright ® 2014 Grísseld Lecuna García
Tomada del libro:
La Fantasía Escrita En Unos Cuantos Cuentos. Editorial Madriguera. Pags. 29 al 34.