A excepción del hombre, ningún ser se maravilla de su propia existencia,
bueno eso creemos hasta ahora, quizás el tiempo nos diga algún día, cuan
equivocados estábamos.
Y aunque muy
pocos amamos la tierra donde nacimos, siempre hay alguien que por primera vez
la pisa y algo lo embruja, y puede expresarse de ella de una manera tan familiar, hermosa y
refrescante. Esto fue lo que me hizo sentir este “Ser” que para mi, nació aquí en una vida pasada y que su posterior encarnación
la hizo en Falcón, de donde es oriundo, pues esa brisa marina que le rozo
tantas veces la piel hizo que esas palabras que convirtió en versos y las expresó en su tesis de postgrado sobre la recuperación del Casco Histórico de Puerto
Cabello, me emocionaran y que desde luego, quisiera yo colocarla en mi blog.
Mi gran y
entrañable siempre amigo Luís Octavio
Lugo García, quien en nuestro encuentro laboral, me enseño y ayudo a
sobrellevar la cotidianidad de la fuerte jornada diaria. Les dejo
segmentos de su refrescante e instructiva introducción.
Una ciudad sin
memoria es una ciudad vacía, sin bases, un velero sin rumbo. El patrimonio de
esta se hace de las historias acuñadas en sus paredes, en sus esquinas, en sus edificios, en sus personajes, en esas leyendas que trascienden el tiempo y
viajan de boca a boca, del abuelo al nieto, que se escuchan en una plaza o en
una tarde de paseo.
Puerto Cabello de historia sabe mucho, sus calles,
bañadas por brisas de mar han vivido y hecho vivir a la patria que la alberga
momentos de importancia indiscutible en la configuración de Venezuela como Nación. Su memoria
histórica quizás no se corresponda con su corta edad, si se tiene como partida
de nacimiento el año de 1.811, fecha
en que obtiene su merecido titulo de ciudad, sin embargo, su proceso de
configuración urbana data de muchas décadas atrás.
Su ritmo de
crecimiento se gesto como las olas, esas que día a día bañan sus orillas; una
acción tras otra impuso que estos caseríos, bajo la tutela al inicio de Nuestra
Señora de la Concepción del Puerto de Borburata y luego de Valencia
del Rey, obtuvieran el derecho de gestar por si mismos sus destinos. Su mar de
aguas mansas que permitía como señala López,
amarrar barcos “con una hebra del
cabello”, se convirtió en el principal artífice de su vida económica y
comercial. Esta condición fue percibida primero por la España Borbónica y luego por la República , no en vano
ambas decidieron protegerla y defenderla de piratas y realistas.
El crecimiento de
Puerto Cabello fue entonces indetenible, de su mar no solo llegaban barcos llenos
de productos sino de almas extranjeras, culturas nuevas que adoptarían esta
tierra como el propio terruño, que se sembrarían en ellas como si fuesen los
otrora sembradíos de cacao y que finalmente configurarían la fisonomía de una
nueva ciudad.
Separar la
historia de Puerto Cabello de su
realidad actual sería como querer arrancar las páginas de un libro y pretender que siga siendo uno. Aun se
respiran en sus calles el aire de antaño, aun sus guardianes de piedras –el Castillo San Felipe y el Fortín Solano- la vigilan, aun siguen llegando barcos y aun
nos podemos perder entre veredas soñando con el tiempo que se fue pero que
marcó cada esquina.
Sus habitantes
hablan con orgullo de esta ciudad cordial, y acompañan su historia con alguna
leyenda. Se sienten parte de ella y sin duda sus protagonistas. No es casual
que este trabajo se proponga ser una bisagra entre la importancia patrimonial
de su casco histórico y la responsabilidad que tienen sus habitantes de la mano
con el Gobierno Municipal de recuperarlo.
Grísseld LecunaGarcía/Bavaresco
Luis O. Lugo García. Introducción de su tesis de postgrado sobre la recuperación del Casco Histórico de Puerto Cabello, donde obtuvo la especialización en Gerencia Publica.
Guido Libetti. Fotografías de Puerto Cabello.
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