Estuve leyendo un reportaje datado el 01 de
Noviembre de 2012, escrito por el periodista mexicano Javier Gutiérrez, que se refería a una parte oculta de la vida de Isadora Duncan, bailarina
norteamericana, nacida en San Francisco el 27 de Mayo de 1877 y que falleciera
el 14 de Septiembre de 1927 en Niza, Francia, de un tonto accidente de auto.
Murió estrangulada por el largo chal que llevaba alrededor de
su cuello que se enredó con la rueda del Bugatti en el que viajaba. Suelen afirmar algunos que el vehículo mortal no fue esa carísima marca automotriz, se trató de un coche mas mundano (un Amilcar francés modelo GS de 1924).
Angela Isadora fue bailarina y coreógrafa, considerada por
muchos como la creadora de la danza moderna. Su estilo era
radical, novedoso, fresco y, precisamente por su descarada naturalidad, se
convirtió en uno de los iconos del siglo XX.
Esta
bailarina estadounidense nunca
pisó México, pero un nicho lleva su nombre. Y aquí es donde empieza
la leyenda de Duncan en el país azteca.
Una muerte trágica que tuvo como
escenario Niza y que hoy día se puede visitar su tumba en el cementerio
parisino del Père-Lachaise, pero, en México también descansa su recuerdo en otro campo santo.
Pues al parecer Isadora (sin saberlo), tenía a un admirador mexicano de nivel, Francisco Plutarco Elías Campuzano, mejor conocido como Plutarco Elías Calles, el «Jefe Máximo
de la Revolución».
Ellos jamás se conocieron en persona, pero dicen que el
presidente sentía un amor platónico por la bailarina
y sus transgresiones.
Al enterarse de su muerte, movió cielo y tierra para que
en el cementerio, en el que ya no se hacían inhumaciones por falta de espacio,
Isadora tuviera su nicho.
Es así como la bailarina que danzaba descalza, con el pelo al viento y con
movimientos demasiado sensuales para la época, tiene un lugar en el Cementerio-Panteón-Museo
donde están enterrados personajes de la historia reciente de México, tales como
Benito Juárez, entre otros.
La historia personal de Isadora Duncan, cargada de tragedias y excesos; de amores
escandalosos y, sobre todo, de mucho arte, tiene su cara más desconocida y
romántica en México.
Por cierto, la lápida del nicho tiene las fechas erróneas:
la bailarina nació en San Francisco en 1877 y murió en Niza en 1927.
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