Esta es la increíble y fantástica historia de la
santa de lo imposible, que fue una hija obediente, esposa fiel y maltratada,
madre, viuda, religiosa, estigmatizada y santa incorrupta. Santa
Rita de Casia lo experimentó todo pero llegó a la santidad porque en su
corazón reinaba Jesucristo.
Nacimiento de Rita |
Rita Mancini Ferri nació el 22 de Mayo de 1381 en Roccaporena, Provincia de Perusa, en Italia. Su
casa natal quedaba cerca del pueblito de Cascia,
a 40 millas de Asís, en la Umbría, región del centro italiano. Aquella época
era de guerras, terremotos, conquistas, invasiones, rebeliones y corrupción.
Sus devotos padres, Antonio Mancini y Amata Ferri, eran analfabetos y conocidos como los “pacificadores
de Jesucristo” porque los llamaban para que apaciguaran las peleas entre vecinos.
Ellos le enseñaron a Rita todo sobre el Señor, la Virgen y los santos más
conocidos.
Santa Rita nunca fue a la escuela, pero Dios le concedió la gracia
de leer milagrosamente.
Cuando Rita fue mayor, sus padres quisieron casarla, pero ella, puesta de rodillas y con lágrimas en los ojos, dijo a sus padres que no quería casarse, porque había ofrecido todo su amor a Dios y quería continuar amándole sólo a Él, entrando de monja en un convento.
Rita y su esposo |
Pero como el muchacho que la pretendía era guapo, rico y parecía bueno, los padres de Rita la obligaron a casarse con él. Ellos, ya en avanzada edad, le escogieron como esposo a Paolo Ferdinando, y ella le aceptó en obediencia.
Los padres de Rita, aunque eran buenos, se equivocaron e hicieron muy mal en obligarla a casarse en contra de su voluntad. Pues más tarde Rita tuvo que sufrir mucho con su marido, ya que sólo quería jugar y divertirse, sin preocuparse en nada de su hogar.
Santa Rita tuvo que sufrir mucho por su marido porque era un sinvergüenza y
la trataba muy mal. A menudo se burlaba de ella y la pegaba. No obstante,
Rita todo lo sufría con paciencia y a los insultos del marido ella respondía
con dulzura y con las más delicadas atenciones.
Rita comprendió que lo que tenía que hacer era callar, sufrir y rezar. Nada
alteraba la dulzura infinita de su alma: a los insultos contestaba con amables
sonrisas, y a las infidelidades con muestras de un cariño imperturbable. Y de
esta forma, después de haber
llorado y rezado muchísimo con
muchos sufrimientos y con mucha dulzura, Rita consigue que su esposo se haga
bueno. Después de 20 años de casados, logró que mejorara un poco su carácter a
tal punto que se convierte y Rita lo perdona, juntos se acercaron más a la vida
de fe. Tuvieron dos gemelos que sacaron
el mismo temperamento del papá.
Pero esa felicidad le va a durar muy poco, porque
apenas llevando algún tiempo convertido, una noche, él no llegó a casa y Rita
sabía que algo había pasado. Al día siguiente lo encontraron muerto, lo habían asesinado.
Los hijos juraron vengar la
muerte de su padre y la pena de Santa Rita aumentó más. Ni sus súplicas los
hacían desistir. La afligida mamá rogó al Señor que salvara las almas de sus
hijos y que tomara sus vidas antes de que se condenaran por la eternidad con un
pecado mortal. Dios
escuchó la oración de la Santa, ambos contrajeron una terrible enfermedad y antes de
morir perdonaron a los asesinos. Rita sufrió mucho, pero dio gracias a Dios porque había escuchado su
oración.
Desde entonces, Rita, en su casa, vive como una monja; dedicada a la
oración y a la penitencia, pasa las horas y los días.
Más adelante, la Santa quiso
ingresar con las hermanas Agustinas,
pero no se la hicieron fácil porque no querían una mujer que había estado
casada y por la sombría muerte de su esposo. Ella se puso en oración y cierta
noche se produjo un milagro:
Se les aparecieron San Agustín,
San Juan Bautista y San Nicolás, y cariñosamente le dijeron:
"Rita, ven con nosotros al convento de las monjas. Nosotros te
introduciremos en él".
Ellos le piden que
los siga y después de recorrer las calles de Roccaporena, en el pico del Scoglio,
donde ella acostumbraba orar, sintió que la elevaban en el aire y la empujaban
suavemente hacia Casia.
Cuerpo incorrupto de Santa Rita de Casia situado en la Basílica de Santa Rita en Cascia, Italia. |
Después se encontró arriba del Monasterio de Santa María Magdalena, allí cayó en
éxtasis y cuando volvió en sí estaba dentro del Monasterio. Las monjas Agustinas
ya no pudieron negarle más el ingresar a la comunidad y vieron el gran milagro,
gustosas la admitieron en su compañía, con indecible alegría.
Hizo su profesión
religiosa ese mismo año (1417) y
allí vivió 40 años de consagración. Fue puesta a duras pruebas por las
superioras. Como obediencia le ordenaron regar todos los días el sarmiento seco, que
en vez de pudrirse con tanta agua, La planta llegó a ser una vid
floreciente que dio uvas que sirvieron para el vino sacramental. Aún hoy, después de
tantos siglos, continúa produciendo grandes racimos de un sabor especial.
En la cuaresma de 1443, fue a Casia un predicador que habló sobre la Pasión del
Señor. La reflexión tocó tanto a Santa Rita que a su retorno al monasterio
pidió al Dios
Crucificado
participar de sus sufrimientos en la cruz, mientras le pedía se desprendió
del Crucifijo una espina y se clavó en la frente de la Santa, produciéndole una
llaga que jamás con ninguna medicina se pudo curar. Recibió estigmas y las marcas de la corona de
espinas en la cabeza. A diferencia de otros santos con este don, las llagas en
ella olían a podrido y tuvo que vivir alejada de sus hermanas y la gente por
muchos años.
El año de 1450 el Papa lo
declaró año jubilar. Todos los que durante
ese año fuesen en peregrinación a Roma ganarían innumerables indulgencias. Todas las monjitas,
deseosas de ganar indulgencias, querían ir a Roma. También
Santa Rita pidió permiso a su superiora para ir a dicha peregrinación. Pero esta le dijo que con esa asquerosa herida de la frente no podía salir de
casa. Entonces Santa Rita pidió a Dios que por algún tiempo hiciese desaparecer
la herida para poder ir a ganar las indulgencias del jubileo. Dios oyó los
deseos de Santa Rita y la herida desapareció milagrosamente, pero solamente
mientras duró la peregrinación. Al regresar a casa, volvió a
aparecer el estigma y tuvo que aislarse nuevamente.
Los últimos años de
su vida sufrió una grave y dolorosa enfermedad que la tuvo inmóvil sobre su
cama de paja por cuatro años. En este tiempo le mostraron una rosa que
brotaba prodigiosamente en su huertecito de Roccaporena y en pleno frío
invernal. Ella aceptó sonriente este signo como don de Dios.
Santa Rita fallece en
el año de 1457. La herida de espina en su frente desapareció y en su lugar
apareció una mancha roja como un rubí, que tenía deliciosa fragancia. Fue
velada en la Iglesia por la gran cantidad de gente que fue a rendirle honores.
Nunca la enterraron,
su ataúd de madera fue reemplazado por uno de cristal y su cuerpo permanece
incorrupto. El Papa León XIII la canonizó en 1900.
Las abejas de Santa Rita
Se dice que cuando era bebé,
mientras dormía, abejas blancas se agrupaban en su boca y allí depositaban la
miel sin dañarla o hacerla llorar. Después de 200 años de su muerte en el
monasterio de Casia las abejas blancas surgían, cada año, de las paredes del
monasterio durante Semana Santa, permaneciendo hasta la fiesta de Santa Rita.
El Papa Urbano VIII pidió que le
llevaran a Roma una de las abejas, le ató un hilo de seda y la liberó. Luego se
encontró a la abeja en su nido del monasterio de Casia (a 138 kilómetros de
distancia). Los huecos en la pared, donde las abejas permanecen hasta el
siguiente año, pueden ser vistos por los peregrinos.
Ella es la abogada de los casos
imposibles, porque "para Dios todas las cosas son posibles" y se
complace en conceder, por mediación de Santa Rita, muchas cosas que humanamente
hablando no serían posibles.
El cuerpo de Santa Rita fue conservado por varios siglos, y a veces daba una fragancia dulce. En la ceremonia de su beatificación, el cuerpo de la Santa se elevó y abrió los ojos.
Grisseld LecunaG/Bavaresco
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