De mi amigo y escritor porteño Julio Cesar Guanipa, les dejo
uno de sus ensayos literarios, en la que analizando brevemente, interpreta y evalúa
un día cualquiera en la vida de Diógenes de manera libre y oficial.
ENSAYO
TEATRO DE PIEDRA
En algún lugar de Grecia, en un
recodo del camino, como surgido de la nada apareció Diógenes, solitario
caminante que ya había perdido la cuenta de los días y del tiempo recorrido. A
su izquierda, un bosque de centenarios olivos y a su derecha el terreno se abría
tapizado por una vegetación que raleaba sin concierto en el que se destacaba un
otero, no muy alto, que desentonaba con el paisaje circundante.
Diógenes, el solitario caminante,
se detuvo un momento a contemplar el otero. Algo le había llamado la atención. Al piedemonte de la elevación vio unos escalones tallados y cubiertos por losas
de piedras.
Intrigado, Diógenes dejó el camino y avanzó decidido a avanzar de cerca, en detalle, lo que parecía de algo a medio construir. Vio
escalones y al pié de ellos, un amplio atrium tapizado por un enlozado, y como
al azar algunos bloques y una columna caída, y
restos esparcidos de lo que parecía un mesón de piedra.
Sin duda, se dijo Diógenes, eran los restos inconclusos de un teatro.
Mas luego, Diogenes, persiguiendo un mitico destino se vistió de caminante y comenzó a desandar los caminos. Evocó los días en que
celebrando las fiestas de Dionisos - Baco - el dios de las cosechas, del vino,
de las uvas y de las borracheras y del triunfo de la vida sobre la muerte, revivían
al dios dando origen a los primeros pasos del teatro históricamente conocido.
Diógenes, en medio de la
nada, se quedó absorto contemplando el paisaje que le rodeaba. Había en
pedestales figuras talladas en piedra; un Bufón parado de manos, una mujer con
las manos extendidas, con palmas mirando al cielo, y un hombre que miraba
fijamente a la mujer en posición de ruego. De sus recuerdos surgió de pronto la
imagen de Atellana, una hermosa joven que formaba parte de la compañía de
teatro.
Y entonces, dejándose llevar por el amor al teatro, y hablando en comedia, extendiendo los brazos, rumió en sus pensamientos... "Estás acá, Dionisos? Dios de la alegría y a tristeza... De la vida y de la muerte, de la cosecha, de la abundancia...¿Me escuchas?"
Su invocación, Dionisos surgió
de la vegetación del otero, sonriente, y tomó asiento al último escalón del
centenario teatro. “Quiero creer que estás aquí ahora. En tu nombre escucho
aplausos, risas aceptación, burlas, pero sigo adelante. Aún vivo del recuerdo
de tu tragedia…” Y el dios Dionisos
sonreía, tolerante y expectante. “En tu heroica vida y decadencia le perdí el
miedo a la muerte”.
Entonces, Diógenes volvió a la
realidad. Su mirada volvió a recorrer los ruinosos restos del teatro de piedra
y volvió su mirada al camino, la tarde avanzaba hacia el final del día.
Oscurecía…
Quizás, pensó el caminante, de aquél recodo del camino por donde vino, aparezca una cuadrilla de teatro con sus actores y me acompañen en una puesta en escena…Y estuvo Diógenes esperando inútilmente mientras la tarde se vestía de sombras. Resignado, comenzó a caminar envuelto en soledad hacia donde la noche empezaba a cubrirlo todo.
Entonces, el dios
Dionisos, origen y razón de ser del teatro bajó con calma los escalones hasta
el pequeño patio enlozado, y mientras Diógenes, solitario, bajo la luz de la
luna desaparecía en la oscuridad, desde el bosque de los olivos y de la
vegetación del otero comenzaron a salir, actores, hombres y mujeres,
tramoyistas, equilibristas, juglares y trovadores que entonaban cantos de
leyendas y hazañas y de bufones que hacían malabarismos, y el lugar se vistió
de luz y comenzó a llenarse de voces, risas, gritos, algarabías y charangas…Le
robaban las luces a los cocuyos para vestirse de triunfo.
Dionisos, el dios Baco, regresaba
de nuevo a la vida.
Julio C. Guanipa
Enero 2018.
Jcgb1946@hotmail.com
Grísseld LecunaGarcía/Bavaresco
Fotos cortesia de GOOGLE.COM
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