Cuando estuve en el colegio de monjas, desde el primero hasta el sexto grado de primaria, del cual tengo muchos lindos recuerdos y algunos no tan lindos, pero igualmente están en mi mente; no solo rezábamos o leíamos los evangelios o alguna parábola, también nos divertíamos y aprendíamos otras cosas.
Recuerdo un comentario acerca de una madre y su
hijo que nos platico la hermana Micaela (adoraba a esa monja). Lo recuerdo tan
bien, que hasta hoy en día la visualizo contándonoslo.
Hoy me atreví hacer una historia basada en
aquel comentario que relató la Hermana
Micaela ….!!
Y comienza asi:
Es la historia de un chico cualquiera, que creció
con la ayuda de su madre, quien quedo viuda con la criatura de apenas días de
nacida. Esta mujer limpió casas, lavó ropa, vendió comida, y todo para poder darle
una buena educación a su único y adorado hijo.
Ella no se volvió a casar pues su hijo ocupaba
todo su tiempo y su corazón, que
decía que no era suyo, sino de él.
El amor era mutuo, bueno se creía que era así.
Al tiempo se graduó, enseguida consiguió empleo, fue adquiriendo una excelente fama como
profesional, y la madre siempre a su lado.
No había un sitio donde ella no
estuviera con él, celebraban juntos cada éxito, cada logro adquirido, pues eran
de los dos.
Un día de primavera, conoció el amor, una chica
hermosa. Era exacta para el, dulce, simpática, profesional.
Al inicio fue todo
muy bonito; él, ella y la madre de él.
Hasta que un día la chica estalló, pues ya estaba incomoda y fastidiada de tener a la “simplona” de la suegra metiéndose en cosas que
no le correspondían. A veces le daba pena presentárselas a sus amigos o algún
familiar. Simplemente no la quería, la odiaba, ella no estaba dispuesta a
compartir a su novio con nadie y menos con su suegra.
-“No quiero que tu madre nos acompañe mas a
ningún lado” - le dijo ella con mucho carácter. Y ahora por culpa de la madre
(según ella), todo el noviazgo se había convertido en un desastre.
Ella siempre
terminaba con él por culpa de su madre, pero era tanto el amor que él le tenía,
que insistía, le llevaba serenatas, un regalo, flores, hasta que ella accedía
nuevamente.
-“Creo que ya no me quieres como antes!!!!!!!
Es mas, creo que amas mas a tu mamá que a mi” - le grito un día.
Era tanto el amor que esa mujer inspiraba en ese
chico, que se le hincaba y juraba por los miles de santos que conocía,
(aquellos que su madre le había enseñado un dia), que no era verdad, que el la
amaba mas que a su madre.
Pero para la chica eso no era suficiente y le
dijo que le diera una prueba de amor, de eso dependería muchas cosas, como por
ejemplo; su futuro matrimonio.
Y el accedió a darle cualquier prueba de amor
que ella le pidiese. Y en tono simpático, cual príncipe medieval, le pregunto: ¿Y cual es la prueba de amor,
hermosa doncella novia mía?
A lo que ella le contestó: ¡Quiero que me
traigas el corazón de tu madre…!!.
Que???, no puedo eso sería matarla y yo no le haría
eso a mi madre jamás!!!!!. “Pues entonces vete y no vuelvas más” - Replico ella
abriendo la puerta de su departamento, aquel que él le había regalado (y puesto
a su nombre) donde vivían su tórrido y hermoso amor desde hacia varios meses,
donde en cada parte había cientos de besos, miles de caricias, millones de "te quiero" y que hoy de un solo golpe, eso quedaría en cero.
El chico estuvo vagando y vagando por varias
noches, todo desesperado, pues como le iba a hacer eso a su madre, pero….. ¿Como
podía vivir sin su novia?.
Cuando la llamaba, ella solo le preguntaba: ¿Ya
tienes el corazón de tu madre en las manos? Y si el le decía que no, ella le
colgaba.
Un día llego a casa de su madre, la cual estaba
desesperada y preocupada pues hacia varios días que no sabia de él. Estaba
desaliñado, con la mirada perdida, pudo notar que no se estaba alimentando bien.
Ella lo abrazo, le ofreció comida, le hizo cariño, le saco una ropa que a él se
le había quedado en el closet cuando se fue a vivir con su novia. Luego de un
baño, comida y cambio de ropa, reposo junto a su madre que estaba feliz de
verlo, y se quedó dormido en su regazo mientras veían juntos la televisión.
Al despertar, él veía ya todo más claro, amaba
a su madre tanto como ella a él. – “Es la única que no me pide, ni me ha pedido
nada a cambio”- pensó.
Ya, decidido a hablar con su ex y decirle que no
seguiría esta relación, le dio un beso a su madre que lo bendijo y se monto en su carro,
pero antes la llamó para decirle que iba para allá a buscar sus cosas pues ya
no quería saber mas nada de ella.
Dicen que las mujeres tenemos un embrujo que si
bien lo sabemos utilizar tendremos todo a nuestros pies, y sobre todo, funciona con los
hombres. Esta chica tenía un master en eso.
No se supo que paso, que hablaron, que se
dijeron, lo que si es cierto fue que el hijo regreso a la casa de su madre,
todo desesperado entró a la cocina busco un cuchillo y le saco el corazón a su
madre.
Y una vez con el corazón en la mano salio
corriendo para la casa de su novia, estaba fuera de si, quería enseñárselo y
estar para siempre a su lado.
En ese trayecto, por la rapidez de llegar, él
se tropieza con una piedra y cae al igual que el corazón.
Y fíjense que el verdadero amor de una madre es
tan único e incondicional, que cuando el chico reacciona y trata de incorporarse; el corazón de la madre, no importando lo que
le hizo el hijo ni el golpe que sufrió al caer, y angustiada le pregunto: ¿Te
hiciste daño, hijo mió?
*- Grísseld Lecuna García-Bavaresco
*- Inspirado en el comentario de la Hermana Micaela.
*- Especiales gracias a Gilberto Barrera, Mariano García, Marianela García, Elaiza Villanueva, Marlene Arocha y Penelope Molina, por su asesoría en la elección del titulo de esta historia.
Tomada del libro:
La Fantasía Escrita En Unos Cuantos Cuentos. Editorial Madriguera. Pags. 29 al 34.
Tomada del libro:
La Fantasía Escrita En Unos Cuantos Cuentos. Editorial Madriguera. Pags. 29 al 34.
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