Es increíble lo que uno puede encontrar
navegando por el internet; en un escrito de Clemente Balladares en el blog Venezuela y su historia, conseguí a un personaje, nacido en Aroa, Estado Yaracuy y que perteneció
al Batallón 182 de la
División 23 del Ejército norteamericano, mejor conocida como AmeriCal. Pero
entremos a su vida y descubramos algo que ni yo sabia de este héroe venezolano.
Manuel Antonio Prince Veroes nació en Aroa, estado Yaracuy, el 16 de
junio de 1914. Su madre Carolina Veroes,
nativa de San Juan de Los Cayos y su padre de origen holandés (John Prince), quien vino por la
instalación del ferrocarril Bolívar. De niño se crió en Barquisimeto estudiando
en el Colegio La Salle.
Toño, como le decían, cuando cumplió los 13 años de edad se
fue a vivir a Nueva York con un
hermano mayor que lo invitó. Su partida también fue por las creencias de su
madre sobre la dictadura gomecista, parte de su educación Lasallista y como el
mismo asevera en las pocas entrevistas que dio al final de su vida diciendo:
“la democracia es algo donde vivir y para defender”.
En Aroa quedarían su padre, su madre, sus hermana Carolina Guillermina y Flor Elena, mi tía abuela política, ella estaba casada con el hermano de mí Abuela
Delia, su nombre: Pablo María
Bavaresco Tescari.
En la gran manzana, Manuel Antonio aprendió primero el idioma,
posteriormente algo de mecánica en Detroit para así luego reparar los famosos
taxis Yellow Cabs y hasta
llego a ser gerente de un estacionamiento cuyo dueño recuerda era libanés. Por
allá entre finales de los años veinte y los treinta Manuel tenía un amplio
grupo de amigos latinoamericanos, mayormente Puertorriqueños y mexicanos. El 7
de diciembre de 1941 su vida cambio, Estados Unidos le declaraba la guerra al
Imperio del Sol Naciente luego de ser atacado por esta nación en Pearl Harbour.
Manuel Antonio, como sus amigos hispanos, fue
enrolado según la ley que obligaba a residentes con más de tres años a luchar
por ese país. Igualmente sus convicciones sobre esa nación no eran objeto de
evadir esa orden sino más bien motivo de orgullo y aventura. A inicios de 1942
se entrenó por tres meses en un campo militar en Carolina del Sur, luego fue enviado en tren junto a miles de
conscriptos a San Francisco donde
embarcaría al Pacífico. Aunque el ya sabía iría a luchar contra los japoneses
ya que le dieron el uniforme caqui de algodón y no de lana para el frio frente
europeo.
Prince y su unidad
fue activada en Nueva Caledonia en
mayo de 1942, se reconocía por su blasón azul con las estrellas de la cruz del
sur y cuando entro Manuel estaba formada principalmente por latinos. A finales
de ese año tomo el largo viaje en los barcos de transporte de las US Navy hacia las islas que ocupaba Japón. Fue en
octubre de ese año cuando entró al combate real en Guadalcanal en la desembocadura del río Matanikau. Prince contaba los 28 años y a su división se les ordeno
bajar en la segunda oleada. Cuando subió la playa vio la mayoría de los cadáveres
de los marines sobre la arena y otros flotando en la orilla.
El refuerzo que
dio su regimiento a los marines les permitió a los estadounidenses tomar el
monte Austen en enero de 1943 y consolidar el Campo Henderson que era la base
aérea para los primeros ataques contra Japón.
Pronto sus compañeros latinos lo
bautizaron “el brujo” por la manera en que se metía en el combate evitando la
muerte pero enfrentando sin amilanarse contra los japoneses. Su frase de cuidado era: “Las balas no son de
algodón”. Al año siguiente fue ascendido a sargento donde comandó una escuadra
de soldados más jóvenes, todos estadounidenses, sin latinos. Su arma principal
eran los morteros de 81mm para apoyo avanzado.
Cuando Guadalcanal fue asegurada el General MacArthur desembarcó y entre
los soldados a recibirlo estuvo este venezolano, al famoso general le llamó la
atención su aspecto hispano y le preguntó de donde era: con lo que Manuel
contesto para no confundir la ubicación de su pequeño pueblo yaracuyano, dijo:
– ¡Caracas! En perfecto español el
general replicó: -¡Oh, sí Caracas! Invitándolo de seguido a departir un rato en
su tienda de campaña. Al ser bajito y moreno, los aborígenes le tomaron afecto
como pensando era uno de ellos mismo, esto le logró otras atenciones. También
era uno de los más corteses con los niños locales al regalarles golosinas y
cantar canciones infantiles.
Manuel, sentado, el segundo de izquierda a derecha |
Luego de Guadalcanal fue a Fidji en marzo, hasta
alcanzar Bouganville en 1944 y cuando llegaron a Filipinas el último año de la
guerra estuvo en las Islas Corregidor. Allí le sucedió su más grande hazaña
cuando en las colinas cercanas a la ciudad de Cebú el 3 de abril de 1945, un
grupo de seis americanos estaban siendo avasallados por los japoneses. Manuel
vió desde lejos el peligro de sus compañeros y dirigió fuego de mortero contra
el enemigo más una nube de humo verde que oculto a los americanos bajo ataque.
Esto encegueció a los japoneses y permitió la evacuación de sus compatriotas
incluyendo heridos.
Lo más dramático de todo era que había francotiradores
nipones y sus acciones evitaron la precisión de esos tiradores. Esa acción le
valió un reconocimiento escrito con sello del ejército estadounidense firmado
por el general mayor de la División, una cinta y medalla para su uniforme de
gala por combate destacado.
Ya para la invasión de Okinawa en julio de
1945, se perfilaba la derrota del Imperio Nipón solo que esa era la
primera Isla en territorio directamente Japonés y la defensa sería más
enconada. Sin embargo el batallón Americal continúo acabando con esos focos de
resistencia. A principios de agosto termino la guerra con la rendición del
enemigo y Manuel fue enviado a casa. En noviembre le dieron de baja honrosa y
en Nueva York sus familiares y amigos le dieron un gran recibimiento.
Para 1946 decidió regresar a Venezuela, donde monto un
negocio de reparación de autos en Barquisimeto. El periódico local El
Impulso titulo con su regreso el 27 de noviembre, posteriormente otros
diarios locales lo reseñaron en los 90s. En esa ciudad se casó y tuvo seis
hijos.
Vivió bajo sus principios de respeto a los demás y defensa de la democracia, los cuales destacaba en las conversaciones. Criticó ampliamente los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en una de sus últimas entrevistas. Casi a sus 80 años logro una pensión del gobierno norteamericano hasta su muerte el 25 de Octubre de 2003 en Barquisimeto, Estado Lara.
Vivió bajo sus principios de respeto a los demás y defensa de la democracia, los cuales destacaba en las conversaciones. Criticó ampliamente los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en una de sus últimas entrevistas. Casi a sus 80 años logro una pensión del gobierno norteamericano hasta su muerte el 25 de Octubre de 2003 en Barquisimeto, Estado Lara.
Autor: Clemente Balladares C.
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