La vida está llena de fábulas y leyendas, existen tantas que
algunas ni las recuerdas, pero hay de otras que nunca te puedes
olvidar.
Halle una historia real del pasado como muy pocas que ocurrió
a principios del siglo XX entre dos jóvenes enamorados, Francisco y Teresa. Ellos tomaron
la decisión de casarse con el apoyo de sus familiares, amigos y vecinos del
pueblo, pero eran años en los que la Iglesia tenía mucho peso y había un
pequeño detalle, Francisco y Teresa tenían cierto parentesco familiar, eran primos.
Vivían en Bausén, un pequeño pueblo del Valle de Arán (Lleida) España, justo
en la frontera entre Cataluña y Francia.
El cura del pueblo les pidió una cantidad de dinero bastante
elevada para poder concederles el matrimonio, ya que al tener cierto vínculo
familiar era necesario una dispensa de Roma. La pareja no disponía de tanto
dinero y el cura les recomendó que no siguieran adelante con ese amor prohibido
y que ambos continuarán por caminos diferentes y encontraran a otras personas
con las que casarse. A pesar de las indicaciones del cura la pareja decidió
seguir adelante con su historia de amor a pesar de no tener la bendición
católica, pero sí contaban con el apoyo de la gente de su pueblo.
Francisco y
Teresa iniciaron una vida en común,
tuvieron dos hijos y vivieron muy felices, pero no fue para siempre ya que una
enfermedad arrebató la vida de Teresa en el año de 1916, con tan sólo 33 años.
En esta ocasión la iglesia católica volvió a poner más problemas y el mismo
cura se negó a darle santa sepultura en el cementerio del pueblo tras
considerar que vivían en pecado y como pecadores no podían recibir sacramento
alguno.
Ante
esta situación todos los vecinos, amigos y familiares de Francisco decidieron
ayudarle a cavar una fosa para su mujer y en tan solo 24h construyeron un
cementerio civil en la parte más alta de la población, en una de las zonas con
mejores vistas y en el mismo punto donde empezaron su historia de amor.
Finalmente pudieron darle un entierro digno y a día de hoy descansa bajo la
sombra de unos álamos y siempre con la presencia de flores frescas.
A cinco minutos andando de la
localidad, cerrado por una puerta y un muro de un metro de altura, y bajo una
acacia, allí solo descansa Teresa. Sin ningún símbolo religioso y con dos
dedicatorias, una de ellas con errata incluida: "Rercuerdo a mi amada Teresa que falleció el 10 de mayo de 1916 a la
edad de 33 años" (sic) y "A
nuestra querida madre".
Francisco y sus dos hijos se exiliaron en Francia al estallar
la Guerra Civil y la voluntad del amante, que nunca se volvió a casar, era
descansar junto su esposa, pero al morir las circunstancias políticas y la
burocracia impidió que su último deseo se hiciera realidad. Sus hijos también fallecieron
hace tiempo.
Sus bisnietos, los únicos
familiares vivos y que siempre han rechazado hablar sobre el tema, también
acuden de vez en cuando desde Francia al cementerio de su bisabuela.
Ninguno de los protagonistas dejó
nada escrito, así que la historia se ha ido transmitiendo, con sus matices, de
generación en generación por el boca a boca de los habitantes del lugar.
A un lado de la entrada del mini
camposanto esta un panel instalado por el Ayuntamiento, que apunta claramente a
la cuestión económica: "La pareja,
que estaba habituada a los trabajos duros y a los salarios escasos, no consiguió
nunca dinero suficiente para satisfacer este requisito. Suplicaron mil veces y
mil veces la respuesta fue negativa y tajante", se puede leer en este
escrito colocado el año pasado en Bausén con motivo del centenario.
A solo siete años después que falleciera
Teresa y tras 45 años como responsable de la parroquia del pueblo, fallece el sacerdote
Joaquim Tellosa.
Han pasado 101 años desde que el cadáver de Teresa fue conducido desde su
casa hasta este paraje conocido como Coret, donde los vecinos levantaron en
horas este camposanto de unos 10x10 metros en medio de la naturaleza pirenaica
para que pudiera descansar en paz, y todo por haber tenido hijos con un primo sin estar casada.
Durante mucho tiempo, la historia
apenas trascendió más allá de las montañas del valle, pero la explosión del
turismo y de los nuevos canales de comunicación la han difundido al mundo.
Tanto que la pareja ha sido bautizada como "los amantes de Bausén".
Grísseld LecunaGarcía/Bavaresco
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