martes, 5 de mayo de 2015

EL ORIGEN DE UNA DOLOROSA TRADICION

Desde el ejercicio físico, la peluquería, los rayos UVA o la depilación, pasando por medidas más extremas como la ortodoncia dental o la cirugía estética, los seres humanos pasamos por un sin fin de esfuerzos, dolores y molestias con el objetivo de ser más bellos.
Pero la belleza, como hemos visto en otras ocasiones, es una construcción social que varía en función de la época y la cultura.
En la antigua China, por ejemplo, las mujeres sufrían un dolor intenso en la búsqueda de la belleza ya que vendaban sus pies desde niñas para hacerlos más pequeños, una cualidad muy valorada por los hombres de la época.

El origen de una dolorosa tradición.

Cuenta la leyenda que todo comenzó en el Palacio del Emperador Li YU de la Dinastía Tang (619 - 907), cuando una cortesana muy bella que destacaba en el arte del baile vendó sus pies para que estos adoptaran la forma de la media luna y así poder bailar grácilmente sobre el pequeño escenario con forma de una flor de loto, fabricado en oro, joyas y perlas que adornaban el salón del Emperador.


Al hacerlo, la cortesana pudo bailar con bellos movimientos y el emperador se enamoró locamente de ella y la colmó de regalos y gozos.
 Inmediatamente, todas las mujeres del palacio quisieron imitarla, comenzando a vendar sus pies para moverse más elegantemente y enamorar a los hombres, quienes parecían enloquecer ante tan diminutos atributos.
La carrera por conseguir los llamados “pies de loto” institucionalizó la práctica del vendado de pies, un doloroso proceso que podía llevar años con el objetivo de deformar y empequeñecer los pies femeninos.
Aunque el súmmum era conseguir tener unos “pies de loto dorado”, unos pies diminutos que debían medir sólo siete centímetros y reunir las siguientes características: ser delgados, pequeños, puntiagudos, arqueados, perfumados, suaves y simétricos.
Trescientos años más tarde, la cultura había asumido este rasgo de tal forma que las mujeres de pies grandes no estaban bien consideradas. 
En cambio, las mujeres con los pies pequeños tenían las mejores perspectivas de casamiento y o de prostituirse con los clientes mas ricos.
Los “pies de loto” se habían convertido en sinónimo de elegancia, feminidad y alto estatus, un oscuro objeto de deseo que podía cambiarte la vida.

Cuando la belleza es una tortura.

Y ese duro trabajo empezaba a la edad de cinco o seis años, cuando las madres de las pequeñas iniciaban el ritual del vendado, siempre que la familia pudiera permitirse mantener a una hija sin trabajar.
Vendar los pies a una hija suponía una importante perdida económica, ya que las niñas quedaban impedidas para trabajar, por lo que las familias menos pudientes no podían permitírselo.
Un pequeño ritual astrológico revelaba la fecha propicia para dar inicio a esta tortura. Llegado el día, la familia ofrecía a los dioses pasteles de arroz para que éstos permitiesen que los pies de su hija fuesen tan suaves como esos delicados dulces.
En primer lugar, la madre cortaba las uñas de su hija al máximo y procedía a poner los pies en un baño de hierbas aromáticas, sangre animal y agua caliente, con la intención de desinfectar, ablandar y suavizar la piel. 
Después la madre comenzaría con un masaje, durante el cual le rompería los cuatro dedos del pie. Acto seguido y entre gritos de dolor, replegaría los dedos bajo el pulgar con la ayuda de un vendaje de algodón blanco. 
Luego utilizaría un segundo vendaje para replegar el empeine hacia el talón arqueando el pie. Por último colocaría un pequeño botín puntiagudo que la niña llevara durante todo el día. Este ritual se repetía cada dos días con vendas limpias y durante 2 años, pasados estos, los pies no debían medir mas de 10 centímetros.
Durante los siguientes 10 años, los pies se mantenían aun vendados, aunque cada vez que se repetía el vendaje, las vendas se apretaban menos.
Desde el momento del ritual y durante los primeros seis meses a dos años, la hija sentiría un dolor insoportable, hasta que el nervio del pie se atrofiara y muriese. Llegado ese momento, parte del sufrimiento cesaría, aunque las dolores y molestias de espalda asociadas a esta práctica la acompañarían toda la vida.

Cuestión de sexo.

La razón de que las mujeres soportaran semejante dolor era la promesa de una vida mejor junto a un marido satisfecho, ya que en realidad quienes sentían verdadera admiración por los pies eran ellos.
Existieron más de cincuenta y ocho expresiones para calificar y describir los "pies de loto", lo cual nos da una idea de la gran perversión que existía en torno a ellos. 
Algunos de los nombres eran tan pintorescos como: pétalos de loto, luna nueva, bóveda armoniosa, sombra de bambú y castaña de agua. Además, se distinguieron tres calidades: los pies gordetes, los pies ligeros y los pies perfumados, y se estableció una escala del uno al nueve que iba de lo ordinario a lo sublime.
El fetichismo y la erótica de los “pies de loto” era tal, que algunos hombres llegaban a mojar los pies vendados en una tetera con el objetivo de endulzar el té y otros utilizaban los zapatos para beberlo.
Los pies vendados eran por tanto la parte más íntima de la mujer, por encima de las nalgas o el pecho. Cuando un hombre quería seducir a una dama, dejaba caer su pañuelo al suelo con la intención de rozar sus pies al recogerlo. Si la mujer no se enfadaba, el pretendiente podía pasar al siguiente paso, cogerla en brazos o besarla. 
Al fin y al cabo, la práctica estaba destinada a estimular el deseo sexual de los hombres que, al tocarlos, experimentaban, al parecer, el mismo placer que un occidental al acariciar unos senos.
Algunos estudiosos de la época llegaron incluso a buscar razones fisiológicas que justificaran esta atracción sexual, estableciendo que las mujeres con los pies vendados tenían los muslos más redondeados.
Sin embargo los estudios de hoy en día defienden una postura más basada en razones fetichistas. 
Poco a poco las mujeres de las regiones costeras, identificándose con las posturas europeas, rechazaron esta tradición hasta que en 1957 se vendaron por última vez los pies de una niña china, extinguiendo por completo, tan cruel práctica. 
Hoy quedan muy pocas mujeres con los pies deformados por el vendado. La mayoría de ellas son muy ancianas y casi todas sienten vergüenza.
Grísseld LecunaGarcia/Bavaresco

http://lavozdelmuro.net/los-pies-de-media-luna-o-como-conseguian-que-no-les-crecieran-los-pies-a-las-ninas-en-china/