lunes, 17 de agosto de 2020

LA PROSTITUCIÓN EN LA HISTORIA PORTEÑA

La prostitución como problema social ha sido durante todos los tiempos de sumo interés, no solo desde el punto de vista de insalubridad, sino en los aspectos que involucran a los seres humanos: sociológicos, criminológicos y a veces jurídico. Y es tan antiguo que algunos  investigadores consideran que tuvo su origen cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso terrenal. Desde ese instante comenzó el desajuste en la naciente humanidad.

Puerto Cabello al igual que otros puertos del mundo no escapó a este remolino de la prostitución, en donde la migración rural-urbana hace que  la mujer llegue a la ciudad con aspiraciones  difíciles de alcanzar, encontrándose con que sus sueños están muy lejos de la realidad; lo cual la hace caer en la miseria y el hambre, llevándola fácilmente a la prostitución. Sin embargo otras se trasladaban al puerto ya que las excelentes condiciones que ofrecía esta zona era una de las mejores pagas, con la presencia de numerosos burdeles con clientela segura.

En la cuarta década del siglo pasado, Puerto Cabello contó con un índice de prostitución concentrados en lenocinios, mabiles o burdeles legítimamente establecidos en áreas urbanas, sin contabilizar hoteles, pensiones y casas de citas de baja categoría, que  servían de actividades a mujeres  y tratantes de dudosa conducta. 

Fue así  como durante los años 1942 a 1944 fueron censadas en negocios  incluyendo  hospedajes, pensiones, vecindades, entre otras, un total de 2.152 prostitutas procedentes de diversos  lugares del país, en su mayoría de áreas urbanas y suburbanas, clasificándose por edades y nacionalidad.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial arribaron a este puerto lotes de mujeres  procedentes de España, Italia, Francia y otros países europeos, que unidas a las cubanas, dominicanas, colombianas, argentinas y de áreas del Caribe, invadieron el mercado con mejores promociones en el arte del amor.

LOS BURDELES SE INICIARON EN
 LA VIEJA CIUDAD
En el sector de la alcantarilla funcionaron varios burdeles, regentados algunos, por veteranas con amplios conocimientos en la materia, las cuales se encargaban directamente de la selección del material humano.

En la zona urbana se encontraban dos burdeles, el bar “El Canarí”, de Cecilio González, situado en una casona propiedad de la sucesión  Dávila. Y el otro era “La Chaumier”, regentado  por una sexagenaria colombiana de nombre Elisa. Pero el más famoso era el de Martin Guedez

MARTIN GUEDEZ Y SU 
“LUCES DE BUENOS AIRES”
Este burdel ubicado en la calle Urdaneta, cerca a la esquina de la alcantarilla, donde su propietario Martin Guedez, para algunos de su entorno era Don Martin, estaba rodeado de cierta popularidad en el ambiente donde se desplazaba. 

El amplio salón de este burdel congestionado de clientes invadido por la música de la moderna rockola con sus luces multicolores donde algunas parejas pretendían lograr el antídoto a sus males de amor. Una obesa cincuentona esmeraba atenciones a clientes consumiendo licor: por su veteranía en el oficio que desempeñaba, la identificaban como la “Reina Celestina”.

Martin Guedez, tenía fama de hombre rico y a pesar de no contar con formación intelectual o de alta o baja cultura, se conocía que en algunos sectores de clase media con problemas económicos, acudían con la mano extendida hacia este sujeto, cuya fortuna provenía del comercio de la prostitución, solicitando ayuda a sus problemas.

LAS CUATRO ESQUINAS
El área colonial del viejo puerto estaba tomada por el irregular comercio de la prostitución, sobre todo en inmuebles que carecían de mínimas condiciones sanitarias, ubicadas en las calles Municipio, Anzoátegui, Colón, Heres, Zea y Salóm. Negocios regentados por proxenetas extranjeros, dotados de expendios de licores y habitaciones insalubres alquiladas por tiempo cronometrados establecidos previamente.

Pero en la popular Cuatro Esquinas, que constaba de las calles Anzoátegui, Municipio, Heres y Salom,  vecina a la zona portuaria, funcionaban burdeles con solida clientela y mujeres jóvenes reclutadas en pueblos vecinos. Estos mabiles o burdeles, como se les conocía, contaban con adecuadas habitaciones, sólo alquiladas con tarifas especiales. 

EL DANCING “NUEVA YORK”
De este bar, se comenta que era el sitio preferido para el anclaje de marinos procedentes de diversos puertos del mundo. Para alegrar los espíritus traumatizados, el dancing Nueva York estaba provisto de finos licores, que le hacían compañía al propietario Ron Víctor Díaz.
Un negrito trinitario saxofonista, poliglota, humorista y charlatán, conocido como “puya y media”, hacia vibrar su instrumento para encender las caderas con una magia contagiosa que invadía todo el local.

“EL FOX TROX”
Frente al Dancing “Nueva York “, y con su mismo estilo, funcionó este burdel, regentado por una veterana identificada como la “Madama”, aunque era más criolla que la arepa pelada, pues era oriunda de una aldea  paraguanera.

Su ubicación cercana al puerto y a un conjunto de establecimientos ofreciendo la misma mercancía, se transformó en el punto de convergencia en solicitud de lugares recreativos sexual, ya que cada uno contaba con un buen número de mujeres, música y licores. Además contaban con la debida protección de vigilantes oficializados, entrenados en el arte del soborno y el chantaje.

“PELE EL OJO”
Era un burdel refugio para el placer, de una clase social difícil de ubicar en el medio humano divorciado por completo de fronteras convencionales, en la cual hombres y mujeres amalgamaban sus deseos de disfrutar el presente.

Rameras y clientes  se confundían en el bullicio de la noche. El grito de mesoneros pidiendo atención al encargado del bar; la vieja rockola con sus melodías que nadie escucha y el penetrante olor a licor barato, le daban al lugar fisonomía diabólica. Por eso lo bautizaron como “Pele el ojo”, por si acaso.

“MIAMI”
El bar “Miami”, era un burdel popular regentado por Petra Pérez (Hermana de Maisanta y Tia-bisabuela del Comandante Chávez). Situado en la calle Municipio cerca de la conocida  “Cuatro Esquinas”. Petra, su dueña, era una persona de contagiosa cordialidad y fácil para hacer cariño hipotecándole su afecto.

Bar Miramar
El Miami no ofrecía las mismas condiciones de otros establecimientos, debido a que el área ambiental: salón de baile, bar, espacio de músicos y zona para el desenvolvimiento normal del creciente clientelismo era sumamente incomodo.  La tarifa establecida era cinco bolívares por hora. Antes del Miami, Petra tenía un almorzadero que luego convirtió en el Miami. Ya para los años 60-70, contaba solo con un bar de mala muerte llamado Miramar en la zona de las cuatro esquinas.

“EL NIDO DE LOS PLACERES”
En la calle Municipio, existía una vieja casona de dos plantas. En la parte baja era el sitio de diversión dotado de expendio o bar con bebidas alcohólicas, música adecuada para el ambiente y mujeres de diversas edades para todos los gustos, según la promoción de un sujeto lusitano con cara de pirata caribeño.

La planta alta, bautizada como el “Nido de los placeres“, que contaba con ocho pequeñas habitaciones, en un ambiente divorciado de condiciones mínimas para ostentar ese nombre.

“Y VOLARON AL CAMBUR”
En los primeros meses de año 1949, en el inicio del gobierno de Marcos Pérez Jiménez, un coronel retirado de apellido Meléndez, ejerciendo funciones de Jefe Civil del Distrito, impartió una orden drástica pero muy saludable, de erradicar de la ciudad los negocios dedicados al comercio de la prostitución; clausura de establecimientos y severas sanciones para los transgresores de aquella disposición.

Los antiguos burdeles de las cuatro esquinas  y otros cercanos al puerto, así como los de la zona de la Alcantarilla, calle Juncal, Urdaneta, Sucre, Mariño y barrios adyacentes, dieron cumplimiento a la estricta Ordenanza Oficial y mudaron sus negocios del área urbana, instalándose en el Municipio Democracia a un sector vecino a la población de El Cambur.

Es así como los burdeles en su nueva zona germinaron y crecieron, algunos con sus mismos nombres, otros fueron cambiados: “Aurora”, “Luces de Buenos Aires “, “Barrera”, “Niña”, “Madrigal”, “Copacabana”, “Miami”, “Sol y Sombra “, “Llanera” y el “Florida”, regentado por tratantes de blancas, portugueses, españoles, italianos y algunos aprendices de chulo venezolanos. El material humano que ofrecían procedía de diversos países, la mayoría sin documentación reglamentaria, pero debidamente protegidas por “padrinos” de turno.

Grísseld LecunaG/Bavaresco


Fuente:
Dao, Miguel Elías. La prostitución en Puerto Cabello. Un drama social.
                                Italgrafica, S.A. Puerto Cabello 1994

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