Veintidós de Noviembre de 1963, mataban a su marido; el Presidente John Fitzgerald Kennedy. Ella estaba a su lado
y, aterrorizada, se tiraba sobre la parte trasera de la limusina para evitar
las balas. Su actitud no fue muy bien vista.
La gente imaginaba que esa relación matrimonial, que se presentaba al mundo como ideal, hubiera justificado que ella se arrojara sobre su esposo cubriéndolo de las balas. Pero el matrimonio ideal no era más que una escenografía montada para cubrir infidelidades y desamor. Tampoco ella era una Clara Petacci (la amante de Mussolini).
La gente imaginaba que esa relación matrimonial, que se presentaba al mundo como ideal, hubiera justificado que ella se arrojara sobre su esposo cubriéndolo de las balas. Pero el matrimonio ideal no era más que una escenografía montada para cubrir infidelidades y desamor. Tampoco ella era una Clara Petacci (la amante de Mussolini).
Apenas era Jacqueline Lee Bouvier, una mujer muy bien
educada para conseguir maridos con dinero. Y eso era lo que estaba haciendo ese 20 de
Octubre de 1968: casarse con el hombre más rico
del mundo, el turco-griego Aristóteles Socrates Onassis.
La gente que la había admirado como la esposa, madre
ejemplar, sufrida viuda, la bella siempre elegante y que parecía envuelta en
una nube de glamour, no podía entender que se casara con un tipo feo y mucho mas
bajo que ella, que iba de cabaret en
cabaret, de fiesta en fiesta, gastando su dinero en bebida y mujeres.
La gente, simplemente, había creído en la imagen que los publicistas difundieron en diarios, revistas y televisión: la de una Jackie eternamente enamorada de John y que llevaba la viudez con majestuosidad. A nadie se le ocurría imaginarla como una simple buscona de poder y dinero. A Onassis si. De modo que fue tras la presa como el coleccionista dispuesto a pagar lo que sea par obtener la obra que colgara en su pared.
La gente, simplemente, había creído en la imagen que los publicistas difundieron en diarios, revistas y televisión: la de una Jackie eternamente enamorada de John y que llevaba la viudez con majestuosidad. A nadie se le ocurría imaginarla como una simple buscona de poder y dinero. A Onassis si. De modo que fue tras la presa como el coleccionista dispuesto a pagar lo que sea par obtener la obra que colgara en su pared.
Las relaciones de Jackie con la familia Kennedy nunca
fueron demasiado buenas y habían empeorado después de los asesinatos de John y
Robert. Por supuesto ella había tenido algunos romances, siendo primera dama y después,
pero en su vida no aparecía el hombre adecuado.
El dia de su boda |
Cuando Onassis le propuso un ventajoso contrato en el
que ella heredaría la tercera parte de su fortuna si él moría y la posibilidad
de gastar en ropas, joyas y perfumes sin ningún límite, Jackie comprendió de
inmediato que el hombre había aparecido.
Los publicistas encargados de su imagen pública, no
encontraban la forma de justificar el matrimonio. Había que cubrir que Jackie
no era lo que la gente común pensaba y que se trataba de una cazafortunas. El
ingenio que suelen tener los vendedores de imágenes los hizo inventar una
historia que la presentaba como una madre ante todo. La razón por la que se casaba era salvar la
vida de sus hijos. Un hombre como Onassis podía darle esa protección.
Ella, la madre cuidando de sus cachorros como una leona, estaba dispuesta a sacrificarse para evitar el asesinato de John-John y Caroline, que sin dudas, serían las próximas victimas después de los asesinatos de su Padre y de su Tío. Seguramente, alguien debió creer en esto. Siempre hay quienes creen en todo lo que ven por televisión o en la que publican los periódicos.
Ella, la madre cuidando de sus cachorros como una leona, estaba dispuesta a sacrificarse para evitar el asesinato de John-John y Caroline, que sin dudas, serían las próximas victimas después de los asesinatos de su Padre y de su Tío. Seguramente, alguien debió creer en esto. Siempre hay quienes creen en todo lo que ven por televisión o en la que publican los periódicos.
Jackie logró lo que buscaba: mucho dinero. Sus gastos
eran extraordinarios. Al comienzo, orgulloso de su trofeo, Onassis le daba
todos los gustos. Como mandar todos los días un avión en un viaje de tres
horas para comprar el pan que a Jackie le gustaba comer en el desayuno y no había
en la isla de Skorpios, propiedad privada de Onassis. Luego, empezó a notar
que, realmente, Jackie había tomado muy en serio eso de poder gastar sin límites.
Sus recorridas por las casas de moda europeas acababan en compras millonarias
en dolares.
Mientras tanto, John-John y Caroline, los hijos de Jackie, se quedaban con Onassis y paseaban con él y su hijo Alexandre. Algunas veces, Jackie interrumpía sus peleas con Christina, la hija de Onassis, y se encontraba con su marido. Pero Onassis empezaba a ponerse de mal humor. Y si algo no tenía era ser tonto. Por lo demás, había hecho demasiadas cosas en su vida como para preocuparse del que dirán.
Mientras tanto, John-John y Caroline, los hijos de Jackie, se quedaban con Onassis y paseaban con él y su hijo Alexandre. Algunas veces, Jackie interrumpía sus peleas con Christina, la hija de Onassis, y se encontraba con su marido. Pero Onassis empezaba a ponerse de mal humor. Y si algo no tenía era ser tonto. Por lo demás, había hecho demasiadas cosas en su vida como para preocuparse del que dirán.
No era un Kennedy que tenia que vivir con hipocresía. Había
obtenido dos cosas con su casamiento: la viuda, un verdadero triunfo para cualquier
competidor entre los que compiten en mostrar quien tiene más, y el ingreso en sectores comerciales
estadounidenses que su matrimonio con la ex primera dama le facilitó. Es decir;
Jackie había hecho un buen negocio y Onassis, uno mejor que el de ella.
Onassis era el prototipo de millonario que todos
querían ser. Tenía mucho dinero, demasiado, pero no perdía el tiempo estudiando
la bolsa, lo empleaba en toda clase de diversiones que incluyeran a las mujeres
y al alcohol.
Era difícil que tuviera una noche de descanso. Todas
estaban ocupadas por sus visitas a los cabarets y sus fastuosas fiestas en
algunos de sus yates. Las mujeres nunca se resistían. Siempre fue un hombre
practico. Sacaba su chequera y, viendo la cifra que escribía, cualquier mujer
estaba de acuerdo en hacerle compañía durante una noche. Solamente a una pareció
no importarle su dinero ni su poder: a Ana Maria Cecilia Sofia Kalogeropoúlou, conocida mundialmente como Maria Callas.
Aristoteles, Maria y Giovanni Meneghini, su esposo |
Aristoteles, Athina y sus hijos Alexandre y Christina |
En los primeros años de la década del setenta, Onassis
se hartó de Jacqueline. Demoró un poco y se la saco de encima. Ella se aferro
al dinero reclamando su parte antes de conceder el divorcio. Mientras tanto, Aristóteles
sufriría dos hechos muy graves para él.
La muerte de Alexandre lo hundió en una depresión honda. Descuido sus negocios y estuvo a punto de perder la mayor parte de su fortuna. En 1975, con sesenta y nueve años Onassis muere. Dos años mas tarde, en
Jackie junto a su ultimo amor, Maurice Tempelsman. |
La imagen de buena y fiel esposa que lamenta la perdida del marido no la hubiera creído nadie.
Jackie se dedico a envejecer con glamour, como le gusta a las revistas que fotografían a la gente adinerada, acostarse con algunos hombres, incluido Frank Sinatra, y tener de amante permanente a Maurice Tempelsman, obviamente, millonario comerciante belga de diamantes. Duró bastante con él, hasta su muerte en 1994. Le faltaba poco para cumplir sesenta y cinco años.
Había conseguido bastante. Durante mas de dos décadas
fue permanente noticia, la admiraron, la imitaron, gano mucho dinero, se caso
con el hombre mas rico del mundo y paso a la historia, inmortalizada en el film
que muestra el momento en que se despega del asiento de una limusina y quiere
saltar por la parte de atrás mientras su marido, el presidente de los Estados
Unidos, recibe unos balazos.
Grisseld Lecuna García/Bavaresco
.- http://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/onassis.htm
.- http://www.buscabiografias.com/
.- http://wikipedia.com
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