jueves, 20 de mayo de 2021

CARAOTICA Y LA PANDEMIA DE 1919 EN PUERTO CABELLO

En el año de 1919, la ciudad de Puerto Cabello sufrió los rigores de una epidemia diagnosticada como "gripe española", cuyo saldo trágico cubrió de dolor a gran parte de la población porteña. La enfermedad no respetó clases sociales: rico y pobres, blancos y negros, fueron victimas de este morbo, que según los médicos sanitaristas procedía de España.


En la sabana de Santa Lucia (donde hoy se sitúan las residencias militares, frente a las instalaciones de los diques y astilleros navales), se acondicionó un terreno para sepultar los centenares de cadáveres que la peste dejaba en su tránsito de muerte por todos los rincones del pueblo. La sanidad encargó a un cochero el cual le llamaban "Caraotica", para que efectuara el trabajo de transportar la peligrosa carga hasta su última morada.

Caraotica fue un personaje muy popular que permaneció hasta finales de la década del siglo XX. Nunca se supo su nombre ya que perdió su identidad entre el humo maloliente del tabaco y el exceso de alcohol barato alojado en su esquelética humanidad.


El medio de transporte era un carretón tirado por una escuálida mula que a diario hacían el recorrido por las calles y callejones donde el luto ensombrecía el corazón de sus habitantes.

En cada vivienda, Caraotica hacia su visita macabra, después de tocar la puerta, preguntaba con voz melosa - ¿Cuántos muertos hay en esta casa?-

Los cadáveres recogidos a domicilio para llevarlos a la fosa común de Santa Lucia, llenaban el apretado espacio de aquel peculiar transporte urbano. Uno, dos, tres y hasta diez, contaba con amplia sonrisa "el cochero de la muerte". Por cada cliente cobraba un bolívar y el premio de una botella de caña blanca en cada viaje.

Con el tiempo se creó entre algunos habitantes un morboso rumor sobre la conducta de Caraotica y su cadavérica clientela; decían que, cuando algún viajero infortunado tirado al carretón por un diagnóstico improvisado sobre su muerte, lograba sobreponerse durante la dura travesía y gritaba desesperado para advertir al conductor que él vivía, el célebre caraotica le respondía con toda la mala intención que su estado etílico le permitía:

-¡ Cállese carajo...! ¡Usted está muerto y al joyo va...! - Y asi era.


Grísseld LecunaG/Bavaresco


Fuente:

- Miguel Elias Dao. Puerto Cabello, Pinceladas Históricas.

- Voces del tiempo que confirman dicho acontecimiento



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