viernes, 23 de mayo de 2014

EL HILO ROJO, UNA LEYENDA JAPONESA.

Los japoneses tienen la creencia de que todas las personas y sus circunstancias estaban unidas entre si por un hilo rojo invisible atado al dedo meñique, como nexo entre aquello que esta destinado a encontrarse a pesar del tiempo y el espacio.

Esta leyenda surge cuando se descubre que la arteria ulnar (o cubital) conecta el corazón con el dedo meñique. Al estar unidos por esa arteria se comenzó a decir que los hilos rojos del destino unían los meñiques con los corazones; es decir, simbolizaban el interés compartido y la unión de los sentimientos. Por eso también el hecho de hacer promesas en algunos países al entrelazar estos dedos con el otro.

La historia en sí cuenta que entre dos o más personas que están destinadas a tener un lazo afectivo existe un «hilo rojo», que viene con ellas desde su nacimiento. El hilo existe independientemente del momento de sus vidas en el que las personas vayan a conocerse y no puede romperse en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso, pero es, siempre, una muestra del vínculo que existe entre ellas.

La leyenda más popular y la que se recita en casi todos los hogares japoneses a los niños y jóvenes es esta:

- Hace mucho tiempo, un emperador se entero de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa que tenia la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mando traer ante su presencia.
Cuando la bruja llegó, el emperador, que aun era un jovencito, le ordeno que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que seria su esposa; la bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevo hasta un mercado en donde una pobre campesina con una bebe en los brazos ofrecía sus productos.
Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invito a ponerse de pie e hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: “Aquí termina tu hilo” , pero al escuchar esto , el joven emperador enfureció creyendo que era una burla de la bruja, empujo a la campesina que aun llevaba a su pequeña bebe en los brazos y la hizo caer haciendo que la bebe se hiciera una gran herida en la frente , ordeno a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.
Muchos años después, llego el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda y el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entro al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente.
Al levantarle el velo vio por primera vez que este hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente. Una cicatriz que él mismo había provocado al no ver al destino que había pasado frente a él. Eso nos demuestra como los amores destinados son eso, no podemos escapar de la persona que nació para amarnos.
Paulo Coelho dijo:
“Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; El primero es con el que te casas o con el que vivirás para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos. Es esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella…
Y el segundo gran amor, es la persona que perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y les impedirán, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejarán de intentarlo… Se rendirán y se buscaran, hasta que acabarán encontrándose. Pero les aseguro que no pasarán una sola noche, sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más".
Todos saben de qué estoy hablando, porque mientras estaban leyendo esto, les ha venido su nombre a la cabeza.
Dejarán de sufrir, conseguirán encontrar la paz (la sustituirán por la calma), pero les aseguro que no pasará un día en que deseen perturbarlos. 
Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien a quien aprecias”
Y recuerda:               
“Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper”.

Grísseld LecunaGarcia/Bavaresco

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