Esta es la breve versión de una historia que le puede
estar pasando a cualquiera, que esta inmersa en un arrebato fugaz, en un
momento de malacrianza -si se quiere-, que habla del pánico que se siente al
comprender que tienes a esa gran mujer a tu cargo y el shock que experimentas
cuando tu capacidad y tus recursos resultan prácticamente inútiles ante las
exigencias de una madre que deseas por todos los medios que se sienta como una
reina.
Esta, es una de esas historias, que podría ser o haber
sido la de cualquier persona que la este leyendo en estos momentos, o porque
no?, podría ser hasta la mía.
Y así comienza……..
Esta etapa de la vida, me sacudió la forma en que la
situación me consume el tiempo, las energías y la cuenta del banco, a pesar de
que ella tiene su pensión, pero eso no alcanza para todo.
Como trastorna mi vida profesional y personal, el
temor a que mi tiempo en este universo paralelo nunca termine antes que el de ella y la culpabilidad por no darle
todas las comodidades que se merece.
Pero a pesar de mis quejas (soy humana), puedo decir
que vale la pena cada minuto por terrible que me parezca, porque es una
experiencia transformadora. Trato de vivir siempre el presente y todo lo que
puedo hacer es sobrevivir un día a la vez, junto a ella.
Así llegué a
este momento de su vida, antes que mis amigos y conocidos, quienes, carente de
experiencia (en algunos casos), comentan mi convicción (penosa para mi), que
exagero lo terrible de mi situación. Rara vez lo dicen a través de sus gestos,
miradas o en voz alta, pero en el silencio entre las frases escucho su juicio:
“Esto no puede ser tan difícil como lo pinta, solo hay que tener PACIENCIA. La
gente mayor se enferma, es inevitable”.
Paciencia no es la palabra, yo diría que fortaleza y amor…. Que fácil es sacar conclusiones cuando el golpe aún no te lo han dado a ti….!
Paciencia no es la palabra, yo diría que fortaleza y amor…. Que fácil es sacar conclusiones cuando el golpe aún no te lo han dado a ti….!
Esto es para mí un periodo de mucha soledad. Se esta
demasiado cansada y muy triste para conversaciones con amigos, apropiadas
socialmente, pues siempre se comenta alguna queja sobre el asunto. En las
reuniones ya no asisto muy seguido, a veces mi madre quiere salir pero en otras
no lo desea y pronto se me ha hecho más fácil quedarme en casa.
No he podido conseguir un trabajo en que pueda hacerlo
bajo la comodidad de ella; intento mantenerme al día por medio del
Internet, a la vez que lidio con las llamadas de mi madre, las preguntas y
olvidos de cosas que hacía y que ya no recuerda (su olvido se debe a los años y
no al Alzheimer, ¡Gracias a Dios!); cuando éstas cosas suceden debo de contener
mis lágrimas y salir de la sala donde se encuentra, pues la impotencia me cubre
la mente, no puedo creer que lleguemos a esta vida, aprendamos a caminar, a
hablar, estudiamos, amamos, aprendemos a valernos por si solos, a convivir con
los demás, a multiplicarnos, para que una vez llegado cierto periodo senil todo
se olvide; entonces yo me pregunto; Para que coño venimos si a la final nos
iremos como nacimos, sin nada, ¿y lo aprendido?, ¿Dónde esta? ¿Quién nos lo
devuelve?.... ¡Que tristeza!.
Las personas mayores pueden tener días buenos, y me
corresponde maximizarlos para mi madre, aunque para ella ya no exista un
brillante futuro.
A veces me imagino (casi siempre en un estado entre la
frontera del sueño y la vigilia, donde el cuerpo ya no esta totalmente
despierto, pero tampoco se ha dormido por completo), durante mis días de
ignorancia y agotamiento, en agarrar mi carro y dirigirme hacia el norte y
manejar hacia el infinito y más allá…. Me alegro siempre de no hacerlo y que
quede en mi imaginación, primero porque vendí mi carro (para sobrevivir
económicamente); segundo, caería en el mar (vivo a casi 800 o 600 metros de la playa,
no los he contado aún), y el tercero porque estoy descubriendo de lo que estoy
hecha, encontrando lo mejor de mi. Descubrí a mi Madre.
Grísseld LecunaGarcia/Bavaresco
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