Hoy conoceremos un poquito sobre los barberos de tiempos pasados de mi Puerto querido. Y nos trasladaremos exactamente a principios del siglo XX, donde al compas del traqueteo de la tijera “barrilito” y el peine de carey confeccionado en los talleres de la Penitenciaria, estos barberos amigos supieron ganarse el afecto de las personas que solicitaban sus servicios.
En aquellos tiempos no se
contaba para realizar sus trabajos con sillas “Koben”, ni instrumentos eléctricos
suavizantes, sino con duras sillas de madera muy parecidas a las utilizadas en
la cárcel de Sing-Sing, para electrocutar a los sentenciados a pena capital.
A pesar de las grandes incomodidades, la hora de suplicio que se pasaba en compañía de los maestros en el arte de podar cabelleras, transcurría en amena conversación salpicada con chistes de subido tono o temas donde se implicaba la vida privada de personajes de figuración local, regional o nacional, pero eso sí, jamás con la política y menos relacionando a sectores vinculados con Juan Vicente Gómez.
La mayoría de los muchachos conocían el terrorífico instrumento identificado como la maquina “Numero Cero”, con el cual le dejaban el coco como bola de billar; sobre todo cuando le caía piojos en la escuela.
En la zona periférica y rural, la mayoría de los barberos trabajaban al aire libre cobijados a veces por la sombra de un frondoso árbol o debajo de aleros exteriores de viviendas campesinas.
Los más proletarios cortaban el pelo a sus improvisados clientes utilizando una caja de madera vacía como asiento, el tronco de un árbol seco y en ocasiones parados.
Al finalizar la faena, las cabezas recibían el toque coqueto de perfumes tales como la loción marca “Pompeya”, agua de quina o colonia elaborada por Don Carlos Majer. Luego con la fuerte empolvada del oloroso producto marca “Sonrisa” que vendían los quincalleros a medio real el sobre. El cliente satisfecho cancelaba la tarifa de real y medio, y dos bolívares con rasuramiento de barba.
Recordamos algunos nombres de aquellos barberos que ejercieron su oficio en Puerto Cabello tales como; Pedro Vicente Gova, Nacho Brito, Marcelino Rodríguez, Rafael Carreño, Ventura Gonzalez, el coriano Aureliano Hernández, Pedro Ramos conocido como "Pérez Soto", Gregorio Núñez y Félix Gonzalez, que se vincularon íntimamente a su extensa clientela porteña, pasando a formar parte de un núcleo depositarios de las grandes preocupaciones de algunos y de las inmensas satisfacciones de otros.
Grísseld LecunaG/Bavaresco
Fuente:
Miguel Elías Dao. Puerto Cabello Pinceladas Históricas. Los Barberos de Antaño. Pags. 67,68,69.
Fotografías de Google.com
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