De las Antillas Neerlandesas llegó un
día a Puerto Cabello Don Nicolás Rodríguez y en esta ciudad marinera ancló para
siempre sus afectos. Ejercía la profesión de pintor y en ese campo era
reconocido por sus excelentes trabajos.
Toda los porteños le conocían como “Shión Nicolás” ya que nunca perdió su original manera de expresarse en un lenguaje peculiar donde el holandés, el papiamento y el español formaban una mezcla que afortunadamente la entendían la mayoría de personas vinculadas a nuestro personaje.
El maestro Rodríguez frecuentaba el
Club Recreo donde mantenía sólida amistad con miembros tradicionales de ese
importante centro social. En ese sitio lo encontró el párroco de la Iglesia de
Nuestra Señora de La Caridad, en la oportunidad en que requería los servicios
profesionales de Shión Nicolás.
El sacerdote Agustino deseaba encargarle la elaboración de un cuadro pictórico que representara la Última Cena, ya que se acercaba la Semana Santa y el religioso deseaba en su templo ese sagrado símbolo con motivo de pronunciar las Siete Palabras.
El contrato fue celebrado entre los interesados con la única documentación de la palabra de honor para su cumplimiento.
Foto referencial |
Quince días después la hermosa obra fue colocada por el artista
en la nave central de la iglesia y esperó hasta la semana siguiente para cobrar
el trabajo. Estaba seguro y complacido
Shión Nicolás de la obra realizada, cosa que lo llenaba de orgullo por habérsele
expresado así a sus amigos.
Conociendo de la ceguera que estaba
afectando al anciano pintor, el cura párroco quiso jugarle una broma antes de
proceder a efectuarle el pago convenido y fingiendo absoluta seriedad le dijo:
- - ¡Maestro..!
lo que Usted pintó no se ajusta a la realidad histórica, ya que se observan
alrededor de la mesa trece personas y no los doce apóstoles. –
No deseaba el ilustre veterano quedar
mal con su cliente y pensando que tal vez sus ojos en esa oportunidad le
hubiesen traicionado, pausadamente le contestó:
- - Señor
Padre, fíjese bien en la pintura… son doce apóstoles y el mesonero. –
Con una ruidosa carcajada el
reverendo premió la excelente obra de don Nicolás Rodríguez, ya que
efectivamente en ella se observaban trece personas incluyendo por supuesto a
Jesucristo que estaba en primer plano.
Al cancelar la cantidad convenida, el
párroco invitó al anciano artista a disfrutar en la sacristía del agradable
aroma de un buen vaso de vino.
Grísseld LecunaG/Bavaresco
Fuente:
Miguel Elías
Dao. Puerto Cabello, pinceladas históricas. La Última Cena. El mesonero y los
doce Apóstoles. Págs. 107 - 108
Muy interesante la anécdota, gracias por compartir.
ResponderEliminarDon Miguel Elías Dao y su especial manera de describirnos hasta el paisaje sonoro de éste Magnífico relato.
ResponderEliminarQué chévere que ya estés en plena actividad a la vuelta de enero. Por favor si alguna vez puedes investiga sobre Paulino Valbuena.
ResponderEliminarHola, gracias... El 18 de enero de 2018 realicé un articulo titulado "El travieso Paulino Ignacio Valbuena"... a continuación te dejo el link.. Saludos
Eliminarhttps://gris-sehlita.blogspot.com/2018/01/el-travieso-paulino-valbuena.html