Hoy les hago entrega de una historia, cuento o quizas sea una leyenda, advierto que no se cuanto hay de verdad y cuanto de ficción; pues trata de una historia contada por Pablo, un pescador, de pequeña estatura, piel morena, cabello canoso, de unos 85 años de
edad, cuya vida a transcurrido en Patanemo, pequeño pueblo pesquero perteneciente
a la ciudad de Puerto Cabello; que tiene una hermosa bahía rodeada de montañas y mucha vegetación; quien
me contó esta historia (verídica para él), que le ocurrió a un nativo de esa región hace
ya unos 65 años.
Para esa época en el pueblo solo existían 7 casas concentradas
con 7 familias y dispersas 49 casas con 49 familias, en total existían para
aquel entonces (según Pablo), 618 habitantes.
Un día, este hombre iba en su bicicleta por uno de los
senderos de tierra en las afuera del pueblo, pero por alguna extraña razón, faltándole
poco para llegar; algo lo hizo desviarse hacia los bosques cerca de las montañas;
jamás se ha podido olvidar de aquella mala decisión que ni el mismo supo porque
la tomo, pues ocurrió lo inevitable.
Eran pasadas las 5 de la tarde, y ya se divisaba la
espesa oscuridad de la noche que empezaba a caer sobre la zona boscosa. Algo lo
empujaba a adentrarse, iba como hipnotizado hacia los matorrales, como si
alguien empujara su bicicleta, cada vez se hizo mas oscuro, a tal punto de no
poder distinguir el sendero. Incapaz de memorizar cual había sido el camino que
había tomado, ya que no recordaba la senda de regreso. Comenzó a dar vueltas y más
vueltas pero siempre llegaba al mismo sitio de partida.
Se fueron apoderando de él, el miedo y la
desesperación, y lo peor aun no llegaba. Para más cúmulo de angustias, se le
pincha una de las ruedas de su bicicleta. Para el todo parecía estar perdido.
Así, la oscura noche se apoderó del bosque, y el silencio, ese silencio que
atormenta y aterra.
Muerto de frío, con hambre, súper cansado y sobre todo
con el miedo aterrador que le helaba los huesos, emprendió el camino a pie.
Debía haber caminado como una hora y media cuando por fin diviso algo no muy lejano de donde estaba, pensó – “Quizás sea uno de los caseríos”- esto le hizo recuperar la sonrisa. Al acercarse vio una vieja casa de dos pisos, elaborada en madera con luz adentro, su desesperación iba desapareciendo a medida que se acercaba a la casa.
Debía haber caminado como una hora y media cuando por fin diviso algo no muy lejano de donde estaba, pensó – “Quizás sea uno de los caseríos”- esto le hizo recuperar la sonrisa. Al acercarse vio una vieja casa de dos pisos, elaborada en madera con luz adentro, su desesperación iba desapareciendo a medida que se acercaba a la casa.
¡Hay gente dentro! – pensó – ¡Me ayudarán!. Llamó a la
puerta, las personas que le abrieron la puerta, me cuenta Pablo, “Dudo que las
haya olvidado y que las olvide el resto de su vida”.
Era una pareja de ancianos, cuyas edades oscilaban
entre 75 u 80 años, le atendieron muy amablemente. El hombre que en aquel
entonces contaba con 20 años, les comento lo que le había ocurrido, y ellos le
invitaron a quedarse y que ya mañana a la luz del día podría regresar
nuevamente a su casa. El accedió muy agradecido.
La cena no resulto un banquete delicioso, no fue de su
agrado, pues la carne tenia un gusto que el jamás había probado, el vino sabia
de igual forma, muy extraño. Es curioso ver como nuestros temores van
disminuyendo cuando tenemos a alguien con quien compartirlo, ¿no cree? – Le
dijo el anciano-. Usted parecía muy asustado cuando llegó, pero poco a poco su
miedo fue desapareciendo, supongo que el escapar de la oscuridad puede volver
loco a uno. – Enfatizó la anciana- ¿Quién sabe si el verdadero miedo se debe
encontrar cuando creemos que estamos a salvo? Jejeje –Bromeo el viejo-. ¡Este
anciano como que esta loco! –Pensó el hombre-.
Al rato comenzó a bostezar pues se caía del sueño, y
le pidió que le enseñaran donde se quedaría a dormir pues estaba muy cansado
por todo el trajín del viaje. El anciano lo llevo hasta sus aposentos.
El hombre cayó en la cama y rápidamente se quedo
dormido. Debía ser de madrugada cuando escucho un crujido que lo despertó…..
Alguien estaba subiendo las escaleras muy despacio, demasiado diría yo. La
desconfianza que este hombre le tenía a los ancianos, lo hizo levantarse y
observar por la mirilla de la puerta. Lo que vio le puso los nervios de punta.
Aquel anciano amable y medio loco, iba hacia su
habitación con una mirada que haría temblar a cualquiera y con un hacha en la
mano.
El hombre entro en pánico e intento desesperadamente
huir, busco sus zapatos debajo de la cama y notó algo líquido y viscoso en el
suelo, se agacho y vio un cadáver, este pego un grito del susto, lo que hizo
que los pasos del anciano se aceleraran.
Bahia de Patanemo y ensenada La Bocaina |
Desesperado el hombre abrió la ventana en el mismo
instante en que el anciano abría la puerta, salto por ella y echo a correr por
el bosque sin parar ni mirar hacia atrás, mientras escuchaba al anciano gritar: -Puedes escapar de nosotros, pero en la oscuridad estarás eternamente. No
podrás huir de tus temores-.
El hombre siguió corriendo y no paro hasta el
amanecer.. Por fin consiguió su bicicleta y el camino de vuelta por el sendero.
Los rayos del sol lo bañaron de luz y pudo descansar tranquilo, siguió
caminando menos acelerado que antes y al
tratar de mirar por el espejo retrovisor de su bicicleta para ver si alguien lo
seguía… Oh sorpresa!!!, se miro al espejo y parte se su cabello había
encanecido por el miedo de aquella noche.
Una noche que jamás olvidaría…. Una oscuridad que le
ha hecho dormir todas las noches con la luz encendida….Un miedo del que no pudo
escapar jamás.
Grísseld LecunaG/Bavaresco
Fuente:
La fantasia escrita en unos cuantos cuentos. Grísseld Lecuna Bavaresco
Editorial Madriguera. Falcon
Copyright ® 2014 Grísseld Lecuna García
No hay comentarios:
Publicar un comentario