La
celebración del Día de los Santos Reyes es una tradición emblemática en casi
todo el mundo, ya que además de recordarnos el trayecto que debieron seguir los
Reyes Magos de Oriente para adorar al Niño Jesús que había nacido en Belén,
guiados por una estrella brillante, nos remonta a la edad de las ilusiones,
donde la gran mayoría de los niños, previo a la Epifanía del Señor, escriben
sus cartas, cuelgan las medias en la chimenea o simplemente colocan sus zapatos
al pie de la cama, y así esperan los obsequios y regalos de estos tres señores.
Es
así como Melchor, Gaspar y Baltazar multiplican su llegada a los hogares
durante los primeros minutos de cada 6 de enero.
¿Pero,
qué pasaría si hoy, aquí, en este espacio, les cuento que al parecer no fueron
tres los Reyes Magos, sino cuatro?
Pues
bien, a continuación les contaré una emotiva leyenda que nos refiere a Artabán,
el cuarto Rey Mago de Oriente, y que a su vez nos enseña lo que Dios espera de
nosotros.
El cuarto Rey Mago
Se
cuenta que había un cuarto Rey Mago llamado Artaban, que también vio brillar la
estrella sobre Belén y decidió seguirla.
Como
regalo pensaba ofrecerle al Niño un cofre lleno de perlas preciosas. Sin
embargo, en su camino se fue encontrando con diversas personas que iban
solicitando de su ayuda.
Este
rey Mago las atendía con alegría y diligencia, e iba dejándoles una perla a
cada uno. Pero eso fue retrasando su llegada y vaciando su cofre. Encontró
muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables, y no podía dejarlos
desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviarles sus
penas y luego procedía su marcha, que nuevamente era interrumpida por otro
desvalido.
Sucedió
que cuando por fin llegó a Belén, ya no estaban los otros Magos y el Niño había
huido con sus padres hacia Egipto, pues el rey Herodes quería matarlo. El Rey
Mago siguió buscándolo, ya sin la estrella que antes lo guiaba.
Buscó
y buscó y buscó……dicen que estuvo más de treinta años recorriendo la tierra,
buscando al Niño y ayudando a los necesitados. Hasta que un día llegó a Jerusalén
justo en el momento que la multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre
hombre.
Mirándole,
reconoció en sus ojos algo familiar. Entre el dolor, la sangre y el
sufrimiento, podía ver en sus ojos el brillo de aquella estrella. Aquel
miserable que estaba siendo ajusticiado era el Niño que por tanto tiempo había
buscado.
La
tristeza llenó su corazón, ya viejo y cansado por el tiempo. Aunque aún
guardaba una perla en su bolsa, ya era demasiado tarde para ofrecérsela al Niño
que ahora, convertido en hombre, colgaba de la cruz. Había fallado en su
misión. Y sin tener a dónde más ir, se quedó en Jerusalén para esperar que
llegara su muerte.
Apenas
habían pasado tres días cuando una luz aún más brillante que mil estrellas llenó
su habitación. ¡Era el Resucitado que venía a su encuentro! El
Rey Mago, cayendo de rodillas ante Él, tomo la perla que le quedaba y extendió
su mano mientras hacia una reverencia. Jesús le tomó tiernamente y le dijo:
“Tu
no fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba
desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre, y me diste de comer. Tuve sed y me
diste de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los
pobres que atendiste en tu camino. ¡Muchas gracias por tantos regalos de amor!
Ahora estarás conmigo para siempre, pues el Cielo es tu recompensa.”
La
historia no requiere explicación…. Nosotros somos el cuarto Rey Mago y Jesús
espera que le encontremos en cada persona necesitada que se cruce en nuestro
camino… Hoy termina el tiempo litúrgico de la Navidad, pero deseo que la
Epifanía –Ese encuentro con Jesús que vive en cada hermano y hermana que sufre–
nos acompañe durante todos los días de este año que comienza.
Autor desconocido
Nota:
Es
importante aclarar que en el sitio Wikipedia se indica que Artabán es un
personaje ficticio protagonista del cuento navideño The Other Wise Man (El otro
rey mago), escrito en 1896 por Henry van Dyke (1852-1933), teólogo
presbiteriano estadounidense.
Cuenta
el relato que Artabán era el cuarto Rey Mago que encaminó sus pasos hacia
Occidente, siempre guiado por el fulgurante mapa celestial, en busca del Niño
Jesús.
Grísseld LecunaGarcía/Bavaresco
Fuentes:
Sin dudas, es una hermosa historia, que es bueno guardar en el corazón y ponerla en práctica. Gracias por compartirla.
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