lunes, 24 de agosto de 2020

RECORDANDO A VIRGILIO CORONA Y A BARTOLO VILLANUEVA


Entre los años de 1930 y principios de los 50, Puerto Cabello estuvo inundada de prostitución y violaciones. El alto índice de prostitución en este puerto se origino por su posición geográfica privilegiada, unida a diferentes factores que inciden en presentar a la región como fuente segura de ingresos, sin el temor de otras comunidades donde exigen estrictos controles sanitarios.

Otro de los delitos que no ha tenido la debida atención de las autoridades, es la violación, sobre todo a personas adultas y  menores de edad. Muchas de ellas fueron víctimas de aberrados sexuales, entre los cuales incluyen los mismos padres, padrastros, tíos, primos y otros parientes, así como a empleadores que utilizaban a estas personas como “servicio de adentro” y por supuesto, individuos con desajustes psíquicos.

Pero como caídos del cielo, llegaron a esta zona insignes personajes que dejaron una importante huella en su andar y en su gente, por su ejemplo y ahínco para solventar el mal que para ese entonces aquejaba a este puerto.

VIRGILIO CORONA


Y ante esta bochornosa podredumbre moral que existía en aquellos tiempo (y que lamentablemente todavía continua), recordamos a un ser humano que se le consideraba un funcionario honesto y justo en los procedimientos. Él era el Coronel Virgilio Corona, Comandante de la policía de Puerto Cabello en la época de Juan Vicente Gómez, quien era un hombre precedido del coraje a toda prueba. Nacido en Coro y enemigo de los malhechores a los cuales sometía a rigurosos castigos, una vez calificados los delitos.

La policía de Gomez, año 1933
Corona mantenía su propio código de honor. La principal regla de conducta era guerra frontal a la delincuencia. El delito de violación  lo consideraba como el más despreciable sin derecho a perdón. Se constituía en estos casos en juez y ejecutor.

El modus operandi del comandante era, una vez que ingresaba un individuo detenido, acusado de violar a un menor o a una dama de avanzada edad, ordenaba a sus subalternos, desnudar al prisionero, bañarlo con agua helada a las seis de la mañana y luego entregárselo a la “jauría humana” de la peor calaña, que cumplían arresto en un calabozo especial. Desde prudente distancia, los vigilantes observaban distraídamente el banquete sexual.

Los delitos incestuosos se pagaban caros, con la cárcel o con la vida, y allí estaba el Comandante Corona para hacerlos cumplir.

BARTOLO VILLANUEVA

Comenzaba el año de  1921, la ciudad porteña sufría los azotes de la fiebre española. En la Oficina de Sanidad estaba el Doctor Pedro Guzmán Delgado (padre de mi muy querido y recordado, también medico, Pedro Guzmán Llovet), comandando en las tareas difíciles de realizar por los inconvenientes del medio, hacía falta los recursos; necesitaban un muchacho para trabajos sencillos, y es así como llega como una esperanza, Bartolo Villanueva, nacido en Chirgua, pero ya de muy joven había anclado sus esperanzas en esta bahía.

Es entonces que bajo la dirección del Doctor Guzmán, Bartolo aprende a leer y escribir, además de adquirir valiosos conocimiento de enfermería, que con el correr del tiempo fueron de grandes beneficios para la juventud porteña, desde su puesto de combate en la campaña contra la parálisis infantil en el año 1936 y luego en su lucha contra las enfermedades venéreas. De él se conocían cosas asombrosas en la percepción que tenía para formarse un concepto claro del enfermo que solicitaba ayuda en el servicio  antivenéreo.

Bartolo y su jeep en jornadas de la sanidad 
Bartolo Villanueva se transformó en una leyenda. En la Venezuela donde la mayoría de los funcionarios olvidan sus deberes al sentir tentadoras ofertas de transgresores de la moral pública, el nombre del modesto servidor de la sanidad era garantía absoluta de probidad. Muchos comerciantes del vicio que intentaron sobornarlo, pagaron caro lo que él consideraba un irrespeto a su persona: tres días de cárcel sin derecho a conmutación por multa.

Este humilde y consecuente servidor social, era hijo legítimo de la tierra donde la cultura es abonada con sudor de dignidad, honestidad y verticalidad humana.

Grisseld LecunaG/Bavaresco

Fuente:
Dao, Miguel Elias. La prostitución en Puerto Cabello. Un drama social.   Italgràfica, S.A.     Puerto Cabello 1994

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