martes, 8 de marzo de 2016

CUESTIÓN DE HONOR, OTRO DE MIS CUENTOS..!

Esta historia narrada por Joao, un brasileño que después de mucho tiempo regreso a Venezuela y quedo anclado en esta parte de la tierra que la tomo como suya. Él me contó la vida de un joven de origen Trinitario-Venezolano cuyo padre fue un trabajador de aquella isla que vino a tierras venezolanas y se enamoró de una nativa a quien dejo embarazada, pues tuvo que partir de urgencia a su tierra y nunca más apareció.

Este muchacho que vivía con su madre, nacida en un pueblito porteño, en las afuera de la ciudad, donde la gran parte de sus habitantes eran de origen Alemán. Un día un grupo de franceses llegaron a ese pueblo con intención de "reclutar hombres " que quisieran trabajar en huertas y campos por periodos cortos de  tiempos y con grandes ganancias. Muchos del pueblo se entusiasmaron, se anotaron y se alistaron para partir. Entre el grupo se encontraba este muchacho, joven delgado y moreno que a pesar de que su madre le advirtió que todo era un engaño, el chico se preparó para partir.

Lo cierto era que su madre no quería que le pasara nada a su único hijo, el cual creció sin padre y por lo tanto en una sociedad en la que un padre era el sostén de familia y a una mujer que era madre soltera la tildaban de prostituta, pues no era visto con buenos ojos. Este chico tuvo que soportar cualquier insulto y cualquier clase de calumnias. El muchacho pensó que si trabajaba y ganaba dinero iba poder sacar a su madre de la pobreza en la que vivían y así ganarse el respeto que nunca le dieron. 

De tal manera que decide hacer oído sordo a las advertencias de su madre y viajar junto con sus compañeros a unos terrenos que quedaban a unos 1.550 kms. de distancia, en donde había unos viñedos que pertenecían a unos ricos terratenientes Franceses.


Al llegar al lugar convenido se dan cuenta de que los meses que le habían dicho en realidad eran 2 años de trabajo y por solamente la mitad de dinero que le habían ofrecido. Su madre había tenido razón.

Con el paso de los meses, el joven tuvo que soportar calumnias peores a las que soporto en su pueblo, pero estas ya no eran por el hecho de no tener padre sino por ser de raza negra. Los trabajos eran muy agotadores y sumamente largos, pasaban todo el día en el viñedo recolectando uvas y cargando las enormes e incomodas canastas de mimbre.

En uno de esos días conoce a un hombre maduro, oriundo de Brasil que igualmente fue engañado, también trabajaba allí, ese hombre era Joao. Este le ofreció su amistad, cosa que por primera vez le ocurría, que alguien le demostrara simpatía por lo que acepta de inmediato.

Joao tenía un plan para escapar, pero el muchacho trinitario-venezolano no aceptó,  pensando que su madre necesitaría el dinero y el escapar no ayudaría a que los demás lo respetaran.

Una mañana le hacen llegar una carta que el doctor del pueblo donde él nació, le había enviado, el cual decía que su madre había enfermado y que cinco meses después de su partida había fallecido. Su dolor fue inmenso, tanto por la noticia que había recibido y rabia porque se la habían notificado un mes después de su muerte.

El chico no pudo evitar el caer al suelo y ponerse a llorar. Gritaba - ¿Por qué, porque mi madre por qué?, ya me quitaron a mi padre y ahora a mi madre ¿Por qué, por qué? -

En medio de sus llantos se acerca uno de los vigilantes franceses y le dice con voz alta y fuerte:

-Levántate, que los negros no lloran, lo único que hacen es trabajar.-

El joven que lloraba la muerte de su madre se calló de inmediato y todo el dolor que sentía se unió con la ira acumulada que le afligía por todos los años que tuvo que vivir siendo maltratado por su situación de bastardo, y entonces, ¿tenía que calarse las ofensas de este guardia francés que seguía gritándole y llamándolo negro? En ese momento no soporto más y tomó la tijera oxidada la cual era su herramienta para cortar los racimos de uvas y se la clavó en el muslo al guardia; éste lanzó un grito de dolor y se arrodillo en el piso agarrándose de su muslo herido; en eso el chico tomó el arma del cinturón del oficial y se la puso en su cabeza. 

Los gritos de piedad y clemencia del guardia y los gritos de aliento de los demás trabajadores se silenciaron con el ruido del arma que acababa de ser disparada.

Un negro con un arma en la mano y un guardia francés con la cabeza llena de sangre era una escena realmente peligrosa. Y fue entonces cuando vio que era hora de poner en marcha el plan de su amigo el brasilero, el cual consistía en escapar por un campo de espinas baldío y que nadie vigilaba.

El muchacho y su amigo Joao emprendieron su fuga a toda prisa, pero cuando faltaba poco para terminar de cruzarlo una bala perteneciente a uno de los guardias franceses, desde lo lejos dio por la espalda al chico y este calló al suelo. Joao trato de ayudarlo, pero este le dijo que escapara, pues si lo atrapaban de nuevo, iba a ser peor.

El brasilero Joao le hizo caso y logró escapar en un barco de trabajadores que habían terminado su periodo jornalero y se dirigían a Trinidad y Tobago, luego de allí viajaría a Brasil, a su patria donde trabajaría en un campo de misiones.

En el momento en el que Joao se disponía a huir, el joven en el suelo agonizaba y se podía escuchar como le pedía perdón a su madre por no haberle hecho caso y por haber matado a un hombre por la prepotencia y rabia con que se había dirigido a él.

El viejo Joao, al final del relato, me aseguro que pudo escuchar la voz de una mujer, que le decía al joven moribundo, que no debía llorar, que los demonios de allí abajo le iban a hacer un juicio justo y que pronto estaría a su lado.


Grisseld LecunaGarcia/Bavaresco

Cuento de mi autoría, en el libro "La fantasía escrita en unos cuantos cuentos"


http://www.autoreseditores.com/libro/3712/grisseld-lecuna-bavaresco/la-fantasia-escrita-en-unos-cuantos-cuentos.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario